Capítulo 3

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Sucede que, aparentemente, Alfred es una celebridad en el instituto.

Ambos se habían levantado hace una hora para tener el tiempo suficiente para bañarse y bajar a desayunar con los demás. El problema había empezado, curiosamente, desde que dieron un paso afuera de su dormitorio. Una horda de chicas de primer año había aparecido repentinamente, ofreciéndole al estadounidense de sus propios desayunos. Alfred, quien se veía más que contento por la atención, tuvo al anglosajón esperando durante 20 minutos mientras charlaba con las muchachas. Después de tal escándalo, por cada paso que daban por dirección a la cafetería aparecía otra ronda de estudiantes robando la atención de Alfred.

Al final llegaron tres minutos tarde.

Es por eso que, en este momento, estaban discutiendo con un profesor.

— Deben tomar asiento con los de primer año. Lo siento, pero llegaron tarde, y las mesas de los de segundo año están siendo ocupadas ahora mismo. Usted sabe las reglas de aquí, Jones. —reitera por quinta vez el profesor quien ya lleva varios minutos discutiendo con los rubios.

— Mire, lo siento, señor Gerald, pero nosotros nos despertamos a tiempo. Fue cuestión de llegar, ¿no nos podría dejar comer con los de nuestro grado? —se queja el americano.

El hombre niega, y Arthur suspira con cansancio. ¿Desde cuando discutía con profesores para que lo dejaran desayunar? ¿Acaso esto se volvería algo cotidiano?

— Yo....no entiendo muy bien cuales son las reglas, ¿no es eso injusto? Nos está castigando por descuido mío. Prometo que no volverá a pasar. —dice Arthur, ya cansado de la discusión.

El mayor vacila por unos momentos, solo para terminar suspirando y asentir.

— Esta bien, lo dejaré pasar por hoy. Pero no quiero que vuelva a suceder. Tomen asiento rápido, ya están los desayunos allí.

Alfred asiente rápidamente, y ambos se dirigen a la mesa de segundo año. Toman asiento, y por décima vez en el día la atención cae en el estadounidense. Si Arthur es sincero, no lo entiende, y le molesta. El chico es infantil, inmaduro y ruidoso, ¿Qué hay de atractivo en eso? Le consterna, y se pregunta si es que es el único con consciencia propia en esa escuela.

— Ah, ¡Kiku! ¡Aquí! —grita el americano, y las personas a su alrededor finalmente se dispersan, aburridas.

De inmediato, el japonés aparece enfrente de ambos, tomando asiento allí. Lleva el uniforme que le había visto usar ayer, con su corbata mal puesta y su cabello igual de radiante que antes. Es inusual. La cafetería es un nido de gritos y charlas animadas sin importar la hora, la mayoría lleva el uniforme de la manera que quieren sin importar las reglas estrictas sobre la vestimenta, pero Kiku es...serio. Si Alfred es amarillo vibrante, Kiku es blanco, sin ningún tipo de cambio. Sus ojos son tal y como recordaba: sin brillo ni esperanzas detrás de estos.

— Vi que estaban discutiendo con el padre de Ludwig, ¿supongo que Alfred hizo que se demorarán llegando? —dice tranquilamente el japonés.

— ¡Hey! — El estadounidense se queja, inflando sus mejillas.

— En realidad, si. ¿Es algo de todos los días? Es molesto, no entiendo cómo alguien puede disfrutar de hablar con un niño de preescolar. —dice Arthur sin pensarlo dos veces.

Kiku abre los ojos, sorprendiendo, soltando una carcajada corta y pulcra. Dura, como máximo, tres segundos, pues se calma rápidamente.

— Durante mi primer año...compartí dormitorio con Alfred. Todos los días, sin importar cuán rápido nos despertaramos, siempre llegábamos tarde. Jamás lo entendí, como usted, sencillamente me acostumbré. —responde el japonés, tranquilo y con una sonrisa pequeña en su rostro.

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⏰ Última actualización: Dec 03, 2022 ⏰

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