Capítulo 2

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*Editado. 

Con el sol golpeándole el rostro, sudor en su cuerpo y brazos adoloridos, Arthur abre sus orbes esmeraldas, el cansancio haciéndose notar en sus facciones. Escanea la habitación a medida que va retomando consciencia, ubicando con rapidez el cuerpo del americano durmiendo pesadamente en el sofá ubicado en la mini-sala del dormitorio. Dándole un vistazo al reloj cuidadosamente ubicado en su mesa de noche, se da cuenta que no solo logró despertarse temprano para ir a desayunar, sino que está, efectivamente, despierto a las cinco y media de la mañana. Hunde su rostro en su almohada, dejando libre un grito repleto de pesadez y demás emociones que Arthur estaba acostumbrado a tener. 

El, definitivamente, no puede hacer esto.

No puede.

Su insomnio no era nada inusual en su día a día, es más, era un hábito del que no había podido liberarse desde primaria. En su defensa, era increíblemente complicado dormir en la misma habitación con sus hermanos sin despertarse con un grito por los ronquidos de sus hermanos o alguno queriendo jugar, independiente de la hora. Un lado mezquino de él se alegraba al saber que incluso en una institución privada, lejos de su familia, estos lograron arruinar nuevamente algo tan simple para Arthur.

Alza un poco su camisa, viendo con seriedad el tatuaje que lo había llevado hasta esa misma habitación. Era una historia graciosa, en serio, los ojos tristes de Arthur no tenían conexión con algún motivo deprimente detrás.

Antes de que pudiera arruinar más aquella mañana alimentando pensamientos que definitivamente no debía tener, la alarma del reloj de Alfred resuena. Arthur mira el reloj.

6:00 a.m

—¡Buenos días! —grita Alfred, ganándose una mirada confundida de parte del británico. Eran las seis, ¿no sabía? —Me despierto fácil. —explica el americano, a lo que Arthur asiente.

Suena creíble. Alfred se levanta de la cama, haciendo que por accidente los ojos de Arthur vean su torso masculino y ropa de interior con diseño de superhéroes. Muerde su labio, aguantando una burla.

Era un niño atrapado en el cuerpo de un gigante.

Bosteza, retirando las cobijas y sentándose en su cama, enderezandose con pereza. Se levanta, los ojos de Alfred observando. Arthur estalla, volteando a mirarlo, claramente estresado.

—No traes nada abajo. —dice Alfred sonriendo lentamente, a lo que Arthur frunce el ceño.

—Duermo con boxers, sé que si tengo algo deba-

Arthur se calla cuando mira abajo y, tal y como afirmó su compañero, su intimidad estaba libre para el dominio público. Sus manos casi vuelan a taparse, ruborizándose completamente.

—¡N-no mires! —exclama, pero Alfred solo se ríe ruidosamente con su cabeza para atrás. Aún con las mejillas y orejas ardiendo Arthur corre al baño, cerrando la puerta detrás de él con un fuerte portazo.

Tapa su rostro con sus manos, contando hasta diez para poder calmar su corazón y dejar de sentirse tan avergonzado.

Uno.

Dos.

Tres.

Cuatro.

Cinc-...

—¡Si te hace sentir mejor, creo que tienes un buen tamaño!

Arthur abre la puerta salvajemente, su rostro de un color borgoña.

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Con más de cien estudiantes a su alrededor gritando, riendo y hablando, Arthur se siente un poco en casa, el sonido siendo una especie de ambientador que lo relaja. Con sus hombros relajados, mastica el pan en mano que ha rellenado con mermelada de manzana y un poco de mantequilla. Alfred está hablando a su lado, Arthur prestando poca atención. Mira el pan con maravilla. ¿Cómo es posible que un pan sepa tan bien? Capaz era la calidad de la mermelada, el color siendo extrañamente natural y el sabor una rica mezcla entre lo cotidiano y lo extraordinario.

GORGEOUS│asakikuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora