Campos de batalla

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Soy el hijo de otra época, he vivido tantos años que ya no los menciono. He visto cambiar al mundo.
Desde máquinas para derrumbar torres, inventos asombrosos, artilugios para sacar una "confesión" por medio de brutales torturas, barcos que con vapor cruzaban continentes.
Vi cuando el ser humano era conquistado por romanos, cuando peleaba empuñando una espada.
Mis ojos capturaron muertes, plagas, incendios, persecuciones ridículas.
Vi guerras empezar por cosas tan obtusas y también vi cuando la gente creía que éramos obra de seres imaginarios.
Vi la gran máquina religiosa que nació por cierto en mi ciudad, hasta convertirse en una empresa asquerosamente rica a causa del miedo y de la ignorancia de los creyentes.

Soy un vampiro ahora, y digo ahora porque no siempre lo fui.
Yo era un aguerrido general, mis órdenes no se cuestionaban.
Mi espada cayó para liberar, para conquistar o para ejecutar.
Fui humano, tuve honor, en esa época el honor valía tanto como el oro y la lealtad era la virtud más apreciada.

Fue en esa época de guerras y conquistas cuando me desangraba en el campo de batalla, él se me acercó.
Me dijo que me había observado durante muchos años, y me quería de amante, también me habló de venganza para mi ejército. Yo sentía frío a pesar de que mi sangre tibia bañaba mi cuerpo cubierto por la armadura y mi capa de pieles de oso. Yo no entendía ni puta madre de lo que me decía.
Hasta que captó mi mortecina atención con dos palabras poderosas.
Amante y venganza... El que me hablaba era un hombre atractivo, alto, esbelto, su cabellera larga era mecida por el frio viento, sus ojos verdes como los pastos en primavera, sus labios rojos que en ese momento creía adquirían ese color a causa del implacable frio, pero hasta ahí llegaba mi apreciación. Yo no era como los griegos que amaban a los de su mismo género, pero no podía negar que el tipo se me hacía precioso.

Yo era un hombre curtido por las guerras y que amaba follar mujeres, aunque también había disfrutado de compañía masculina la cual justificábamos de forma varonil echando la culpa a los largos periodos en campañas lejos de casa.
El hombre me miró desde lo alto, mientras yo, tendido de espaldas en el suelo, moría.

— Me llamo Roshan, sonrió mientras sus labios carnosos eran pinchados ligeramente por un par de pequeños colmillos.
El tipo se agachó junto a mí y colocó con suavidad su mano tras de mi nuca, mientras que los dedos de su otra mano tocaban la sangre que salía a borbotones de mi cercenado cuello y se los llevaba a la boca saboreándolos como si de miel se tratara.
Yo quise hablar, lo juro, pero no podía. La vida se iba de ese cuerpo hasta entonces humano.

Quería decirle que hiciera lo que tuviera que hacer, que me entregaría a él si con ello lograba vivir y vengar a mi ejército... si yo lograba masacrar a mi enemigo.
El hombre levantó la mirada, era de madrugada, el viento era gélido y mis capas de piel empezaban a humedecerse con hielo y sangre de mis hermanos.
—Eres hermoso, me dijo el hombre mientras acariciaba con deseo mi rostro, yo quise hablar, pero mi sangre solo hacía ruidos como de burbujas.
Me ahogaba en mi propia vida, ridículo, ¿no?, esta me mataba al fluir como un río fuera de mi organismo.
Yo como pude, tomé al hombre del brazo, intentaba llamar su atención pues él estaba como en un trance observando la cantidad de cuerpos tirados, hasta que lo logré.
Él me sonrió mientras me miraba con ternura, si es que esos ojos mortalmente verdosos y pálidos podían transmitir alguna emoción tan noble como aquella.

—Tú has escuchado hablar de nosotros. Los que estamos vivos pero muertos.

Recuerdo muy bien que mis ojos se abrieron ante el asombroso reconocimiento, pues en las noches frías alrededor de una fogata, era común que entre los soldados contasen anécdotas y leyendas a veces inverosímiles, pero esta era muy real, y muy hermosa.
Él sonrió como si estuviera hablando a un niño y acarició mis labios con sus delgados dedos fríos.

Mi amigo el vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora