Tan impresionante como una estrella

909 121 5
                                    

Pranay convaleció dos días, yo tuve que ir a su trabajo para justificar su ausencia. Ahora puedo ser considerado un héroe, porque aguante de manera estoica las miradas curiosas que la jefa de Pranay y sus sobrinos me lanzaron.
La mirada desconfiada de la mujer solo era superada por sus morbosas preguntas que moría de ganas por hacer.
—Espero que se mejore pronto Pranay, dijo la pequeña mujer.

Yo solo asentí. Ya me retiraba cuando la curiosa mujer disparó sus dardos.

— ¿Usted lo está cuidando?, yo la miré evaluando hasta donde informar.
—Así es, y ya está tomando medicamentos.

La mujer nada intimidada recargó su robusto cuerpo en el mostrador.

— Pran no tiene a alguien en esta ciudad, espero que por su bien tenga nobles intenciones con él.
Creo que su mirada tenía la intención de ser amenazante algo así como: si tan solo dañas uno solo de sus rubios cabellos, estas jodido porque yo te arrancaré tus mileniales pelotas con un cuchillo oxidado sin filo, pero soy tan prudente que mejor metí la cola entre las patas como se dice vulgarmente.
Con la voz más calmada que pude y tratando de que la experta mirada maternalmente entrometida no me afecte, me apoye cerca de la mujer y bajé mi rostro hasta casi quedar a su altura.
— Pranay es un buen hombre y un honorable amigo, así que pierda cuidado. Nuestras miradas eran retadoras, como las de los vaqueros que se retaban a duelo en el viejo oeste.

— Entonces sea un buen amigo.

Gracias a que una muchacha bastante bonita entró en el establecimiento, fue que nuestro duelo no verbal tuvo su fin.
Aunque no escapé de la mirada fulminante de los sobrinos de la mujer, y tampoco escapé de la mirada depredadora de la chica que ahora ya no me parecía tan bonita.
Al regresar al departamento Pranay estaba recostado en la cama comiendo, su rostro concentrado me indicó que leía algo.

— ¿Qué lees, fideo?, Pranay bufó de forma nada masculina, yo sonreí, pues me gustaba sacarlo de sus casillas.
Caminé hasta quedar frente a la cama y sentarme a su lado. Él tan casual se arrimó hasta darme suficiente espacio como si estuviera acostumbrado a dejarme irrumpir su espacio y me acosté junto a él.
— Sabes, habló Pranay mientras veía sus manos, hoy habrá lluvia de estrellas.

Yo lo miré, su cabello desordenado y fodongo. Esa es la palabra que mejor lo describía en ese momento.
— ¿Y?, pregunté cauteloso.

Pranay miró hacia la ventana, en el exterior.
— Yo veía las estrellas con mi madre.
Su nostalgia era contagiosa, como lo era su risa y su extraño humor.
— Podemos ir al parque de por mis rumbos a verlas, ahí no nos destriparan y nos venderán en el mercado negro, sonreí malicioso por mi juguetón pero ofensivo comentario.
—En Villa Drácula, ¿hay parques?

—ja-ja, dije de forma irónica. —Es la parte norte de la ciudad Pranay y ahí es mucho más seguro.
Pranay se recargó sobre su codo para quedar de lado y verme, —eres un vampiro, ¿cómo puedes tener miedo a unos cuantos mafiosos?, me dijo de forma seria, yo lo observé analizando la intención de aquella pregunta, pero pude ver que el muchacho genuinamente no comprendía.
—No soy un personaje invencible como los que hay en el cine, no es prudente que me enfrente a tres o más desquiciados y más teniendo que cuidar a un bebé como tú. Pranay giró los ojos, y antes de que su boca soltara alguna otra tontería le animé.
—Vamos, llevamos una sábana y miras el cielo, y de esa forma estarás callado un buen rato.
La sonrisa radiante que me dio Pranay, podría competir con los rayos solares. Y esta también producía calor, pero de un tipo diferente, uno muy agradable y completamente desconocido.

Cuando llegamos a la parte norte de la ciudad, fue como estar en otro planeta. Uno utópico y perfecto, demasiado contrastante con la zona donde yo vivía, la cual parecía salida de una película post apocalíptica.

Mi amigo el vampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora