Capítulo 13: Obituario a mi Padre

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En el mes de Septiembre, mi padre, Don Gerardo Alfonso Muñoz falleció después de una larga y penosa enfermedad.

Él se fue un día 13, a tempranas horas de la mañana, echó andar el motor de su espíritu y fue a encontrarse con DIOS y su Patrón, San Cristóbal.

No encontramos palabras para expresar el dolor que causó su partida, los que los conocieron y estuvieron con él en su enfermedad, entenderán en parte, la tristeza que sentimos al no poder escuchar ya su débil voz, ni ver su frágil figura.

Gerardo, fue apagándose poco a poco, al igual que lo hace una vela en una noche oscura de invierno. Pocos de sus amigos lo visitaron, algunos se distanciaron al no soportar verlo así, con su mutismo y su pseudo indiferencia. Otros, quizás los menos, se alejaron. 

A los primeros, nuestra infinita gratitud pues sentimos su calor, su ánimo y compartieron nuestro sufrimiento. A los segundos, nuestra comprensión y cariño, ya que de ellos supimos y también sentimos su apoyo; a los últimos, nuestro perdón.

En todos ellos ha quedado el recuerdo de mi Padre, su alegría, su voz, su franca sonrisa y, también porque no decirlo, sus brindis, sus bromas y dichos, su cariño y el calor de su amistad. 

Muchos lo recordarán caminando en sus botas, su chaquetón marengo y su boina negra, otros lo recordarán manejando la ambulancia o su Chevrolet 51 que una vez tuvo. De una u otra manera, todos lo recordarán ya que en su paso por esta larga vida siempre mantuvo su frente en alto, dio amistad siempre sincera, tendió la mano a quien la necesitó, sin esperar algo  a cambio.

¿Y qué puedo decir?

Que, a pesar de haberme preparado desde hace tiempo, no me ha sido fácil asimilar el impacto de quedar sin él. Echo de menos su voz, saber que a pesar de su mutismo, esperaba con disimulada alegría mi llegada. Sabía que llamaba diariamente y cuando no lo hacía, comentaba a mi madre que me estaría pasando que no lo hacía.

Que han pasado los días y que poco a poco se ha ido borrando la imagen de él en su último tiempo, la que está siendo reemplazada por imágenes más antiguas. Imágenes de mis conversaciones con él, en las que le contaba mis sueños, aspiraciones, mis logros y dificultades. Nuestras caminatas por las calles de Cauquenes, uno al lado del otro, conversando, planificando, riendo, bromeando.

Que creo firmemente que fui el más afortunado, lo tuve más tiempo conmigo. Disfruté cada momento en que estuve a su lado, valoré sus gestos, aprecié su sonrisa franca, consideré cada uno de sus consejos, reí con sus bromas, lloré con sus penas porque también las tenía, me apoyó en mis momentos de dudas, lo reforcé en sus momentos débiles y nunca me cansé de decirle cuanto lo quería.

Que pienso que él también me sintió siempre a su lado y eso debe hacerme feliz. Felicidad de que papá siempre me tuvo presente, y quizás más, siempre supo que contaba conmigo. En sus momentos amargos supo de mi preocupación y cariño por él.

Lo siento por mí, ya que perdí a mi padre, a mi compinche, a un gran amigo.

¿Y qué puedo decir de él? Que tuve un gran padre, un hombre como todos, con errores y virtudes, con algunos defectos. Que fue un hombre simple, bueno y sobre todo un hombre honesto. Que siempre se dio el tiempo para estar conmigo y hacerme saber cuánto era su gran cariño. Que sus consejos casi siempre fueron sabios y que si alguna vez no estuvimos de acuerdo, aceptó mi posición con buenos argumentos.

En mi mente se agolpan los pensamientos, todos los recuerdos que tengo de él. No encuentro palabras para expresar lo que siento y una gran pena me embarga de adentro.

Papá ya tiene colocada su lápida, es una sencilla lápida de mármol, con una virgen tallada al lado superior izquierdo. En ella, al costado superior centro-derecho, pusimos su Nombre, su fecha de nacimiento y muerte. Bajo la virgen, sólo pusimos tres palabras: Esposa, Hijos, Nietos. 

Sept 1993

Momentos de mi vida (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora