Capítulo 4

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La pelirroja emitió un extremadamente largo suspiro a modo de queja mientras se sobaba con delicadeza los brazos sobre la proa del Going Merry. Estos respondía a cada pequeña caricia con una punzada de dolor la cual provocaba que su respiración se cortase ligeramente, a la vez que veía el vasto horizonte azul del mar algo borroso por el tenue mareo que conllevaban aquellos instantes en los que el oxígeno brillaba por su ausencia. Ni tan siquiera con los duros ensayos para los bailes que debía realizar en el bar de Arabasta había experimentado unas agujetas tan horrorosas como las que le habían dejado una semana de entrenamiento con el brutal espadachín de cabello verde.

Por si fuera poco, ya llevaban bastante navegando desde que habían dejado atrás su país de residencia, y él no divisar aún tierra firme había desembocado en una falta de provisiones bastante grave -sumado, por supuesto, a que Luffy se tragaba la comida de cincuenta hombres por minuto-. Por ende, toda la tripulación de los sombreros de paja se encontraban debilitados gracias a la falta de alimento.

Tras un largo masaje que en absoluto alivió su dolor (sino que lo empeoró) Airin optó finalmente por tirarse de espaldas sobre la cubierta, cerrando los ojos en cuanto el sol le deslumbró lo más mínimo, a la espera de que sucediera un milagro y Zoro le concediera un día libre al fin. No es que no quisiera entrenar, de hecho, se sentía muy orgullosa del notable avance que había experimentado en tan corto espacio de tiempo, pero su compañero era demasiado exigente, y ni siquiera le había permitido disponer de más de media hora para pasar el rato con el resto de la tripulación. Además, el poco tiempo que pasaba estaba tan cansada que apenas tenía ánimos para abrir la boca y charlar un poco con todos. Pronto el calor abrasador se apoderó de su cuerpo, aumentando la sensación de mareo hasta que perdió la conciencia por completo, quedándose allí mismo entre sus pensamientos.

Despertó finalmente en la cama de la habitación de las chicas, algo desorientada y sudada. Se estiró levemente mientras enfocaba su vista aún algo borrosa, hasta conseguir abrir los ojos del todo. Pudo ver que a su derecha, el pequeño reno que tenían por médico le miraba con expresión preocupada, así como divisó al fondo a su instructor y compañero sentado, con su espalda apoyada en el marco de la puerta y profundamente dormido. El resto de los mugiwara no hacía acto de presencia.

—¿Qué me pasó? Estaba tumbada sobre la cubierta del barco y me dormí.— alcanzó a susurrar mientras trataba de incorporarse, pero la voz de Chopper la interrumpió.

—Debes guardar reposo. No te dormiste, tuviste un desmayo producto de la falta de alimento, el cansancio y una larga exposición al sol. Ya te he suministrado medicamentos mientras delirabas.— añadió en un tono amable, mientras colocaba de nuevo las sábanas sobre la pelirroja, quien se había recostado de nuevo tras escuchar aquello.— Todos están muy preocupados. Les dije que debías descansar a solas, pero Zoro insistió en quedarse ya que se sintió algo culpable de tu desmayo.— se giró hacia donde se encontraba el espadachín.— Aunque se ha dormido por completo. Le diré a Sanji que te traiga algo de comer para que repongas fuerzas.

—Gracias por cuidarme, Chopper. Eres el mejor de los médicos.— respondió Airin con una sonrisa. El pequeño comenzó a contornearse ligeramente con cara de felicidad, mientras se llevaba una pata tras la cabeza.

—¡Idiota! No te creas que voy a estar feliz porque me hayas alabado.— rió durante un rato, hasta que finalmente volvió a la normalidad.— En un rato viene Sanji, descansa.— dicho esto, salió por la puerta.

La joven observó a Zoro dar ronquidos que retumbaban por toda la habitación, por lo que puso los ojos en blanco y suspiró. Con cuidado de no realizar mucho esfuerzo físico, alargó la mano y tomó una de las mandarinas de Nami que reposaba sobre la mesilla de noche, frente a la foto de Bellmere. "Nami me va a matar por esto, pero merecerá la pena" pensó, y la lanzó con algo de fuerza -una fuerza que, por cierto, le dolió hasta en el alma- hacia el peliverde, provocando que explotase en su cara y se la dejase toda manchada del jugo que contenía la fruta. Zoro abrió los ojos de par en par, víctima de aquel ataque totalmente inesperado por parte de la muchacha, y su rostro cambió de expresión a una algo más seria.

All Blue (Sanji y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora