Las Sucias Jugadas De La Vida
Y si, nuestra historia da inicio en un tortuoso día hace aproximadamente cinco años en una atmosfera tétrica y devastadora, a tan solo veinticuatro horas de haber perdido a su madre un niño se encontraba solo y deprimido echado en un rincón de su dormitorio esperando el consuelo de alguno de sus hermanos, sin embargo ellos liberaban sus sentimientos de otro manera, sin lágrimas y sollozos, con su padre, botellas de alcohol y pobres chicas obligadas a hacer cosas asquerosas con personas igual de asquerosas que sus acciones. Sometido a escuchar como las chicas pedían por ayuda pensó en huir por primera vez de las cuatro paredes que hasta el día de ahí lo habían mantenido a salvo de la maldad del resto del mundo.
Siempre habían sido de esta forma, o tan solo habían cambiado todos tan repentinamente.
Allí bajo los árboles sentía paz y por un momento se sentía tranquilo logrando olvidar su triste realidad... las carcajadas de un pequeño grupo llamaron su atención y la inercia no le permitió ignorar aquello, sus ojitos aun llorosos miraban atentamente a los cuatro adolescentes que jugaban con una llamativa pelota amarrilla con puntos rojos, los dos adultos que cuidaban de ellos se sonreían mutuamente apreciando a sus pequeños disfrutar de una cálida entrada de la noche, mientras los observaba con determinación se fijó que tres de ellos tenían un parecido muy similar, eran trillizos, el cuarto de ellos parecía ser el menor y no se parecía tanto a los demás, su tez era más oscura y sus ojos curiosamente lucían un color grisáceo segador... de un momento a otro vio como la encantadora señora se acercó a él, se asustó y pensó en salir corriendo de allí, sin embargo, los jóvenes evitaban su huida emocionados por tener un integrante más con quien jugar.
- ¿Por qué estas solo? -la dulce voz de la mujer traía paz a su alma y los radiantes sonrisas de los chicos lo ponían un poco nervioso, pero disfruto de su última noche de libertad teniendo su dignidad a flor de piel intacta, ese día fue la última vez en que vio a esos padres y a sus hijos y fue el mismo día en que sus ojos perdieron la última gota de inocencia.
...
Los días no habían cambiado y la rutina era la misma, despertar, ir a la universidad y regresar sin tardanzas a su infierno, era y siempre fue preferible llegar antes de hora que llegar después.
Una víctima más para sus hermanos y sus asqueroso padre.
Era veintitrés del presente mes de octubre, un día que en el pasado era día de festejo, Asher cumplía años y hoy ya eran diecinueve, diecinueve años portando el apellido legítimo de su madre... como de costumbre salió de prisa de su UNIVERSIDAD TIBLABHER hoy esperaba evitarse problemas, pero los planes nunca salen como se planean y uno de sus maestros lo detuvo.
- ¿Joven, le importaría regalarme un minuto de su tiempo? -pregunto esbozando una simpática sonrisa.
¿Qué tal si le regalo mi vida, le parece? -Por supuesto maestro, ¿Qué se le ofrece? -su mirada preocupante se posaba en todos lados menos sobre la mirada de su mayor.
- ¿Me preguntaba si te gustaría participar en la olimpiada regional de literatura?
- Lo lamento señor White, pero tengo cosas que hacer y me encuentro muy ocupado en estos días -mintió ante la propuesta, la cual no era una sorpresa para él, cada año en la escuela era lo mismo y su reputación lo precedía.
- Solo piénselo, ¿sí? -su mirada seguía expectante ante el chico, el cual ya se encontraba alejándose de él.
- Por supuesto señor, le informaré mi respuesta la próxima semana -contestó casi a gritos alejándose deprisa del campus.
En su trayecto de huida tropezó con un chico fornido más alto que él, lo había visto varias veces ya, pero nunca se había percatado de que tan fascinante era el joven... se disculpó con él y sin esperar una respuesta siguió su camino. Hoy decidió tomar un atajo por un callejón que siempre le había parecido aterrador, era aquel callejón en donde su vida se había vuelto miserable y repulsiva, observo a sus alrededores que nadie estuviese cerca y se introdujo en él, la profundidad del callejón era sorprendente, pero era un atajo seguro, "llegaría a tiempo", ¿pero a que costo? Ya caía la noche, pero aún tenía algunos minutos de sobra, delante de él no había nadie, en su lugar su mente paranoica le decía que alguien a sus espaldas lo seguía.
-Vas tarde, pequeñín -dijeron dos chicos frente a él, salteando por completo sus pensamientos miedosos.
Su miedo era más grande ahora, esos chicos lo observaban con diversión y determinación, trataban de descubrir cuál sería su próxima acción, correría, los enfrentaría o soportaría el castigo... claro que siempre había intentado huir, pero esto nunca funcionaba, eran como leones esperando por una pequeña e inofensiva gacela, enfrentarlos seria como entregarse con certeza a la muerte, eran dos chicos altos y con músculos, no es como que esto hiciera la fuerza más bien podrían utilizar esteroides u otras drogas, claro que soportarlo no era lo mejor, pero su cuerpo ya estaba bastante adolorido no tenía fuerzas para soportar algo mayor por negarse, preferiblemente la sumisión era llamativa y dichosa.
-Aún me quedan unos veinte minutos -respondió con voz tenue y temblorosa
- ¿Te a través a responder, acaso no te hemos disciplinado lo suficiente este tiempo? -sostuvo su cabeza y frente con frente su apestoso aliento a alcohol invadía su rostro.
-Tal vez si tengas tiempo -comenzó el mayor a rodearlos- pero eso no lo sabrá el, solo sabrá que llegaste minutos tardes -añadió siendo sínico.
Sentía que su vejiga no soportaría un golpe antes de que se orinara encima y conocía perfectamente las reglas del castigo, besos del infierno, seria destrozado y marcado incluso más.
Dios apiádate de mi alma, ayúdame a morir esta vez.
Un golpe directo y una posible costilla rota habían empezado otra vez y su saco de boxeo con sentimientos estaba siendo destruido. Únicos sonidos presentes eran los del chico y sus quejidos de dolor y claro los pasos de los movimientos de los dos chicos que lo golpeaban.
- ¿Por qué hacen esto, somos hermanos? -interrogo con apenas algo de aire en sus pulmones sintiendo como sus cuerdas vocales morían en el proceso.
- ¿Crees que nos importa? Madre siempre cuido más de ti, siempre te amo a ti, mientras nosotros solo estábamos con nuestro padre, no nos quedó otro opción mas que convertirnos en el -informo antes de golpearle de nuevo.
- ¿Por qué será que los niños no superan los traumas de la infancia? -se preguntó a si mismo y una pequeña carcajada salió de su boca- ya me doy cuenta de lo estúpidos que son, son dos y su padre solo uno -rio una vez más- pero prefieren lastimarlo a él, a alguien que ni siquiera puede defenderse, estúpidos y desarmados -culmino adentrándose al callejón.
- ¿Qué mierda te importa, quien carajos eres? -la interrogante del ciclo.
- ¿Quién soy? Soy su ángel -dudo por unos segundos analizando mejor su repuesta- mejor dejémoslo en que soy su libertador.