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❝ Estoy aquí para tí ❞

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Estoy aquí para tí ❞


Las lágrimas corrieron por las mejillas de Amity. Sus orejas apuntaban hacía abajo, y estaba sentada junto a una pared en un callejón, escondiendo su rostro en su camisa.

Estaba sucia, llena de una sustancia pegajosa de abominable—suciedad y otros líquidos no identificados—, y su cabello verde era un gran desastre, mechones brotando en todas direcciones.

Le dolía le cuerpo por las heridas, pero nada dolía más que el dolor en el pecho, la humillación.

Sus propios padres la tildaron de fracasada después de haber perdido un duelo con Luz. Ella fue una vergüenza para la familia Blight no solo por perder, si no también por perder ante un humano; un ser humilde que no debería haber podido usar la magia en primer lugar.

Esto fue mucho peor, ya que a diferencia de su última batalla, ninguna había hecho trampa y Luz aún ganó.

Había corrido por la ciudad, sin mirar atrás, hasta que terminó allí. Y su plan había sido quedarse allí, sola, pensando en el gran fracaso que era; cuando escuchó su voz.

—¿Amity?

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Estaba preocupada por tí, ¿estás bien?

—¿Por qué te importa?

Silencio.

—¿Por qué...no lo haría?

—Porque...porque soy una gran idiota, solo he sido mala contigo, y aún así, estás aquí, tratando de consolarme. No lo entiendo; simplemente soy mala, no tiene sentido.

Amity vio cómo Luz se sentaba a su lado y pronto sintió que su mano le tocaba los hombros; sus instintos le dijeron que se apartara, pero no lo hizo. Su toque fue reconfortante.

—Sabes, no eres tan mala. Sé que no te refieres a ninguna de las cosas groseras que haces. Solo estás luchando por llegar a la cima. Sé lo que es tener toda esa presión sobre ti, puede ser realmente aplastante —dijo Luz.

Amity le dedicó una pequeña y nerviosa sonrisa, insegura de qué hacer, mientras sus puntiagudas orejas temblaban; hizo todo lo posible por secarse las lágrimas.

—No tienes que hablar conmigo si no quieres, pero estoy aquí si me necesitas, Amity. No sé cómo te sientes, pero te considero una amiga, y de donde soy, los amigos se mantienen unidos —Amity vaciló por una fracción de segundos, antes de lanzarse a los brazos de Luz; llorando en su camisa Luz le dio unas palmaditas en la espalda.

—Perdón por todo.

—No hay necesidad de pedir perdón, Amity. Estoy aquí para tí.

𝐋𝐔𝐌𝐈𝐓𝐘 ; 𝖽𝗋𝖺𝖻𝖻𝗅𝖾𝗌 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora