PRÓLOGO

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—Audrey —me llama mi jefe —atiende a la mesa cuatro.

—Claro — digo cansada pero aún me queda una hora para que acabe mi turno.

Durante esa hora sirvo a todas las mesas que tengo y lo hago con una sonrisa. Aunque esté cansada nunca dejo que los clientes se den cuenta de mi estado de ánimo. Ser camarera no es el sueño de mi vida pero si es el camino para conseguir lo que tanto deseo.

Siempre me ha gustado el arte y desde muy pequeña me he involucrado en él directa e indirectamente. Mis padres pensaba que era un hobby y que se me pasaría pero siempre supe que este era el camino que quería tomar.

A medida que crecía, a papá cada vez le hacía menos gracia que me involucrara con el arte y dejara de lado el negocio familiar. Yo no soy como mi hermana Victoria que le gusta todo lo que tenga que ver con la empresa, me aburre las estrategias, las reuniones, hacer contabilidades etc. A mí lo que me gusta es dejar que mis dedos fluyan libremente y que creen.

Pero como era de esperar, mis padres no aprobaron mi decisión de estudiar lo que me hacía feliz y entonces decidí que nadie tendría que tomar esa decisión por mi, que yo era lo suficientemente madura para saber que escoger y escogía el arte. Me fui a Paris sin su apoyo moral ni económico y entonces tuve que ganarme la vida como pudiera para poder pagarme mis estudios.

Ninguno se imaginaba que estaría cuatro años aquí, siendo independiente y sin pedir nada a nadie. Ellos pensaban que a los dos meses volvería pidiendo perdón y me matricularía en la Universidad que ellos quisiesen pero no fue así. Mi orgullo no me dejó rendirme y ahora estoy muy orgullosa de todo lo que he conseguido de la nada.

Estoy acostumbrada a vivir en este nivel de vida y soy feliz, tengo todo lo que quiero y lo que necesito y con eso me quedo.

—Salgo ya —dejo el delantal en la barra — estoy agotada.

—Descansa niña — se despide mi jefe de mí —nos vemos.

—Lo sé. 

Salgo de la cafetería arrastrando los pies y voy directa a la parada del metro para volver a casa. Lo primero que haré al llegar será meterme en la ducha y dejar que el agua caliente me relaje. Que semana más agotadora, entre el estrés de estar en la última etapa de la carrera, el trabajo en la cafetería, los encargos que tengo.. no paro ni dos segundos.

Mi móvil suena y al mirar el número casi me caigo ¿qué hace mamá llamándome? Seguramente se habrá confundido.

—¿Si?— contesto seca

—Audrey — dice con la voz rota y automáticamente sé que ha pasado algo grave.

—¿Qué pasa mamá ?

—Tu padre —logra decir entre lágrimas.

—¿Qué le ha pasado a papá? — se me para el corazón al escucharla.

—Necesito que vengas —me muerdo los labios muerta de miedo — por favor.

—Cogeré el primer avión — pienso en la cantidad de dinero que tengo para emergencia. 

—No hace falta, el jet te está esperando en el aeropuerto — confiesa— ven por favor.

—Iré ahora mismo.

Cuelgo y llamo a un taxi para que me lleve al aeropuerto sin perder ni un segundo. Mamá no me ha explicado nada pero sé que es grave ¿y si le ha dado un infarto? ¿y si se ha caído por las escalera?¿y si...? Dejo de hacer suposiciones porque quizás no es nada grave ¿no?

Comienzo a llorar sin que me dé cuenta porque en el fondo sé que si mamá me ha llamado, es porque es grave. Marco el número de Victoria para que me explique todo, necesito saberlo.

Todos los te quiero que me faltan por decir (Saga TE QUIERO  II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora