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Ella preguntaba, yo respondía.
Éramos ella y yo en la sala y nadie podría contra nosotras, éramos indestructibles, hasta que la maldita campana acabó con eso, ordenándonos que ahora deberiamos dejar la sala y partir al recreo.

Nunca odié tanto una campana como en ese momento...

Atentamente, Yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora