◖Cuerpo◗

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«El alma de un filósofo mora en su cabeza; el alma de un poeta en su corazón; el alma de un cantor en su garganta; y el alma de un bailarín late en todo su cuerpo».

— El vagabundo. Gibrán Jalil Gibrán












Aprendes la técnica, pero bailas con la pasión.

Ese era el pensamiento que dejaba leer entre líneas en cada movimiento que fluía, natural y enérgico por su cuerpo como el agua de un río. A veces eran las suaves olas del mar, en otras, una tormenta cruel e incluso, la dulce melancolía de la lluvia.

Las posiciones eran corregidas frente al espejo, se pulían hasta hacerse precisas y contundentes, como un golpe acestado con elegancia por un esgrimista. Las cuentas de los tiempos iban en su mente. Sus expresiones también las estudiaba con cuidado en el reflejo que le devolvía el espejo del salón de prácticas y las modificada hasta adecuarlas al ritmo de la música o al sentido de la canción, dependiendo de qué quería trasmitir.

Porque como había leído alguna vez en un libro, el alma de un bailarín late en todo su cuerpo.

Su cuerpo trasmitía, su cuerpo evocaba, su cuerpo vibraba con cada nota. La sentía. Era su herramienta de expresión, desde la punta de los dedos de sus pies, hasta el último cabello en su cabeza.

Cuando su sangre dejara de hervir al moverse al ritmo de la música y las ganas de bailar al escuchar una canción abandonaran su cuerpo, sería el momento de retirarse, pero hasta entonces, viviría en la pasión desbordante con que lo envolvía su arte.

Las horas corrían sin que el tiempo fuera medido, apenas quizás lo era por las repeticiones de la canción en el equipo de sonido, tanto como él que apenas era consciente del placentero agotamiento que comenzaba a demostrar su anatomía.

Cuando sus prácticas eran excesivas, o las combinaba con sesiones de cardio para complementar su resistencia física, o algunas de las técnicas que eran más exigentes, es que su resistencia se resentía y lograba hacerse con un sutil y marcado maltrato en los músculos. Era más que todo doloroso al bajar escaleras, lo sentía en la tensión tirante de cada fibra, a veces incluso llegaba a salir de las prácticas más intensas a punto de devolver lo que había comido. En efecto era una terrible idea comer justo antes de las prácticas. El agua se le antoja un oasis en medio del desierto y el aire frío de la noche era inclemente al chocar contra su piel húmeda de sudor y calar hasta sus huesos cuando salía a la calle.

Su cuerpo era tonificado gracias a las horas que invertía en el baile, pero no por ello dejaba de cuidarlo con alimentación y yendo al gimnasio; ejercitar, al igual que bailar, era una manera de drenar emociones y como resultado, tenía un físico envidiable en sus 1.74 metros de altura. Sí, no era mucho, pero era caliente y él lo sabía, modestia aparte.

Llamarle narcisista sería injusto, pues su ego se había nutrido a base de halagos y comentarios que no había pedido, pero que resaltaban puntos a su favor.

Así como habían distintas técnicas de arte, habían distintas técnicas de baile. Y como consecuencia, bailarines con diferentes estilos. Algunos dominaban varios, otros se especializaban en uno y lo pulían. Unos que como él, metódicos y estrictos, apostaban a la técnica y otros, que se dejaban llevar y fluían, consiguiendo otro nivel de libertad que denotaba sus alas en cada movimiento. No había conocido muchos, eran escasos, porque en su mayoría el exito dependía de qué tan bien dominabas un estilo, la disciplina, la constancia, ejecutar los pasos como habían sido creados aún si los juntaban y componías tu propia secuencia de pasos, que allí en ese mundo, le llamaban coreografía. También dependía de tu puesta en escena, de la seguridad que demostraras. A veces los ítems eran más superficiales y un buen aspecto pesaba más que un buen desempeño.

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⏰ Última actualización: Feb 22, 2023 ⏰

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Body Rhythm • JackBeom  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora