Cápitulo 8

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Anteriormente:

Estás loca muchachita- la abrazaba fuertemente- Te amo Andrea.

- Andrea!!!???

- Escuché bien?...dijiste Andrea?- se levantó bruscamente de su cama- Quién es Andrea, Federico??!!- le gritó con lágrimas en los ojos.

- Perdón Cris, no es lo que quize decir, es que yo..- se excusaba nervioso.

- Andrea es tu difunta esposa, verdad? Estás conmigo y piensas en ella??- se llevaba las manos a la cabeza totalmente frustrada- Es que soy una tonta por Dios!!!... yo tratando de hacer lo imposible porque te enamores de mí y tú confundiéndome todo este tiempo con ella!!! No soy tu maldita esposa Federico!!!, entiende que ella se murió ya!!- le gritó.

Federico se enloqueció, nadie en la vida había insultado a su esposa y mucho menos maldecido, se cegó de ira y batió al suelo lo primero que encontró dejando a Cristina paralizada por tan abrupta reacción. Federico se acercó a ella lentamente con una mirada llena de rabia e ira, mientras que ella poco a poco se echaba para atrás hasta que se encontró con la fría pared.

- En tu vida vuelves a hablar mal de Andrea- le dijo apuntándola con su dedo índice y tan cerca que sus respiraciones se mezclaban- Ella es mucho más mujer que tú!!!

Cristina moría de miedo, estaba aprisionada entre la pared y el cuerpo de Federico y mientras él la miraba, su cuerpo empezaba a congelarse.

- Lo..lo siento- dijo con una voz apenas audible.

- Tú y yo hemos terminado- se separó de ella recogió sus cosas y la volteó a ver mientras se acercaba a la puerta- aunque creo que nunca empezamos nada- azotó la puerta a su salida.

Cristina rodó por la pared hasta caer al suelo y allí, arrinconada como un animalito asustado, se ahogó en llanto.

Un mes había pasado desde aquel incidente, Cristina no había vuelto a tener noticias de Federico y mucho menos lo había vuelto a ver. Él por su parte, seguía aferrado al recuerdo de su esposa y cada vez que su mente le jugaba una mala pasada y sacaba a relucir a Cristina, él se ahogaba en alcohol y maldecía el día que la había conocido. Dos semans después, en el parque se encontraron y aunque Cris lo miró fijamente cuando él pasaba por su lado, él ni siquiera se inmutó y la trató como mismo se tratan a los desconocidos, ni siquiera le dirigió el saludo.

Dos meses después Cristina recogía sus maletas para regresarse a la Ciudad de México, había tomado la decisión desde aquel día que se encontró con Federico en el parque y éste la había tratado peor que a un perro callejero, solo que entre los papeleos y el traslado ahora era que se podía ir. Se marchaba triste, la verdad le había cojido mucho cariño a los niños y a la escuela pero por sobre todas las cosas no se quería ir porque allí había sido concebida la semilla que llevaba dentro de su vientre.

Sí, lo había descubierto hace un mes y aunque quizo contarle a Federico, sus repetidos desaires terminaron por decepcionarla. Montada en su auto, se detuvo un momento en el centro del pueblo para observarlo mientras unas lágrimas corrían por su pálido rostro. Federico la había visto a la distancia y agradeció el saber que se iría para siempre y que dejaría de atormentarlo en sus sueños y pensamientos.

Cristina regresó a Ciudad México, fue recibida por sus padres, quienes al enterarse de su embarazo pusieron el grito en el cielo, pero luego se alegraron por la noticia.

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Seis meses habían pasado, Cris ya tenía ocho meses de gestación y no había querido saber el sexo de su bebé hasta que naciera, quería tener esa hermosa sorpresa. Ya tenía todas las cosas organizadas, el cuarto del bebé, con todo lo necesario e incluso ya había escogido dos nombres por si era niño o niña. En esos ocho meses, había pensado en Federico, pero con el paso del tiempo esos pensamientos se iban haciendo menos, hasta el punto en que dejó de amarlo, o bueno, eso creía ella.

TU AMOR... QUÉ SE LO LLEVE EL VIENTO!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora