Capítulo 1

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¡Holis! Bienvenidos a esta nueva versión mejorada de Mil Suspiros. No pude esperar a tenerla completa, así que aquí la tienen. La mayoría de las cosas cambian, pero es el mismo final. Espero que les guste.





—Nuevamente suspendió señorita Park —le entregó su prueba. Un cero dibujado con tinta roja en grande resaltaba ante sus ojos—. Verdaderamente no me sorprende.

—¿Por qué? —preguntó confundida. Estaba trabajando muy duro para poder alcanzar la mayor calificación—. Señor Wong, revisé con mis compañeros después de salir y todo estaba perfecto. No entiendo.

Tomó el examen y lo miró de nuevo, comenzó a señalar lo mal hecho —. Te equivocaste en la ecuación principal, no pusiste los datos de la segunda pregunta, no resolviste el cuarto ejercicio y los demás están mal hechos.

—No puede ser —Estaba hecha un lío. Juraba haber resuelto cada uno de los ejercicios.

—Siempre dice lo mismo señorita Park —sacó una hamburguesa de debajo de su escritorio y le dio una mordida—. Firme y váyase. Probablemente nos veamos las caras el año que viene nuevamente.

—¡No firmaré! Estoy segura de lo que hice.

—Si estás segura —limpió sus labios con restos de mostaza—, pero de estar mal —ríe— Eres tan orgullosa, acepta que te estás equivocando.

—No. Se que no le caigo bien, porque siempre estoy preguntándole dudas en clase, pero no le da derecho a decirme que suspenderé el año.

—Pero, eso lo dicen tus notas. Mi asignatura no es la única en la que fracasas.

Obstinada de ese profesor, cogió su mochila y su chaqueta de cuero negra para salir de su oficina.

...

Tiró sus cosas al suelo y se dejó caer sobre la cama. Bufó, estaba cansada de todo, la universidad, los profesores y su personalidad tan insoportable por sentirse superiores a los propios alumnos y suspender en todas las asignaturas a pesar de que estudiaba.

Su celular que estaba en alguna parte del dormitorio sonaba, estaba recibiendo una llamada. Comenzó a buscarlo quejosa y cuando vio la pantalla era su novio, le colgó. No era que estuviesen enfadados uno con el otro, sino que si le timbraba significaba que la estaría esperando en su lugar secreto.

Volvió a ponerse su chaqueta, se alisó sus cabellos rojos como el fuego y salió en su búsqueda.

Se encontraban bajo las gradas del campo de fútbol. Él estaba sentado en su moto y el palo de un caramelo se asomaba por su boca.

Ella lo asustó por detrás, verlo le hacía animarse, lo quería mucho.

—Jimin te extrañe un montón —lo abrazaba por la espalda, la moto estaba de intermedia.

—Yo también —dijo sacándose el caramelo de los labios. Dio palmaditas en el asiento de la moto para que se sentara y ella así hizo—. ¿Damos un paseo? —propuso y ella asintió.

Abrazaba la cintura del rubio y pegaba su cabeza en su espalda. Recorrían a toda velocidad todas las calles que se encontraban alrededor de la universidad de Busan.

Se detuvieron en una cafetería. Jimin quería comprar algo de comer, pues tenía hambre. Entró en ella y Rosé se quedó esperándolo, tenía que vigilar la moto.

—He comprado algo para ti también —le extendió una chocolatina— Se que te gusta mucho el chocolate —ella sonrió y le besó los labios—. ¡Ya! ¡Alegra esa cara! —animó y mordió una rosquita, lo único que se había comprado para él.

—No tengo porque alegrarme —suspiró—. Jimin estoy a punto de suspender el año.

—Tranquila —la agarró por los hombros— ¿Qué es lo que siempre te digo?

—El que persevera triunfa —dijo dudosa.

—¡Exacto! Eres inteligente, aunque tus notas no lo confirmen. Sigue esforzándote, algún día lograrás tu objetivo.

Terminando de comer volvieron hacer el recorrido, pero esta vez de regreso a la universidad. Se despidieron con dificultad, pues no querían separarse, continuaban besándose tiernamente hasta que Rosé recibió una llamada de su compañera de habitación diciendo que la necesitaba.

—Mañana nos vemos —se despidió de él y vió como se alejaba rápidamente. A veces le asustaba que fuese tan rápido, pero luego recordaba que era un campeón en las carreras de coches, estaba en su sangre ser tan veloz.

...

Al entrar en su dormitorio se sorprendió. Todo estaba desordenado como si un ciclón hubiese entrado por la ventana. Los colchones estaban sacados de las camas, la ropa estaba fuera del armario y los pocos cuadros que tenían estaban por el suelo con el cristal roto.

¿Qué ha pasado aquí? —preguntó a Minnie, su compañera. Estaba sentada sobre el hierro de la cama mordisqueándose las uñas, tenía el pelo revuelto.

—¡No lo se! —tocó su frente, se levantó y cerró la puerta— Entre y todo estaba así, por eso te llame.

Su celular estaba sonando, lo tenía en su bolsillo trasero, lo intentó coger.

—¡No lo tomes! —pidió— ¡Por favor!

Ella la miró raro e ignoró lo que le dijo. Le parecía muy fresco de su parte, no eran tan cercanas para eso.

—¿Diga? —contestó. La llamaban de un número desconocido.

—Rosé, soy yo Jimin —se sentía la voz temblorosa.

—Si, dime ¿te pasa algo? —preguntó preocupada y miraba a Minnie con el rabillo del ojo, temblaba por alguna razón.

—Te quiero —lo siguiente que escuchó fue un disparo.


—Te quiero —lo siguiente que escuchó fue un disparo

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