Tres

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En el expediente, figuraban varias entrevistas, la del maestro que encontró el cadáver tras bambalinas, entrevistas a amigos, familia, etc.

Decidió iniciar su trabajo entrevistando al señor Robert; pero, las respuestas que transmitía eran las mismas que se encontraron en el expediente: no había información nueva. Tenía una buena relación con su hijo, conocía un par de amigos y sabía por demás que era un alumno sobresaliente; sobre el novio de Dago no sabía mucho, salvo que lo había conocido como un "amigo" de él. Tal parece que la noticia del noviazgo no le cayó tan bien. Por otro lado, la mamá de Dago, se encontraba en una ciudad vecina atendiendo a su enfermo padre.

Amalia tenía la corazonada de que, con Harvey, descubriría información relevante que aportaría algo nuevo al caso, y con ello, acercarse cada vez más a la razón por la cual sucedió el cruel deceso, y por supuesto, la relación que pudiese tener con la muerte de Maya.

Así las cosas, citó a Harvey McGregor en un restaurante de la ciudad. Ante sus ojos era un chico que oscilaba los diecinueve o veinte años (al igual que Dago) su cabello enrulado le daba un aire fresco, sus grandes ojos de color avellana resaltaban en su rostro angular, además, era de la misma estatura que ella.

—Amalia Chavalier —se presentó ella estirando su mano.

—Es un placer, señorita —respondió Harvey—, ¿podemos...? ¿Podemos ir a un lugar menos concurrido?

Los ojos indiscretos recaían sobre Harvey. Las noticias vuelan y más si se trata de un asesino en serie, sumándole al hecho de ser un asesino tan escurridizo como un gato. Así, la muerte de Dago afectó a sus allegados con aquellas miradas llenas de curiosidad y juzgamiento.

—Oh, por supuesto, adoro este restaurante, pero... de acuerdo —dijo Amalia con una sonrisa de complicidad, como si tratara de viejos amigos—. Conozco el lugar perfecto, ¿qué le parece comida árabe?

—Puedo lidiar con eso —contestó el chico, devolviéndole la sonrisa.

Unos minutos más tarde, llegaron a un restaurante llamado Khalifa, un lugar que Amalia había descubierto unos meses atrás con una amiga y era tan poco concurrido que resultaba el sitio apropiado para entrevistar a Harvey y no estaba en disposición de citarlo en su oficina; además, el revuelo de la mañana le impidió desayunar y el almuerzo era algo que no dejaría pasar.

—Recuerdo que fui con Dago a un restaurante similar a este y comimos cuscús —comentó Harvey con una sonrisa triste que ocultaba aquellos bellos recuerdos de lo vivido con él.

No estaban casados, ni siquiera vivían juntos; pero era una relación sana, tierna y duradera. Sí, estaba oculta ante los ojos de todo el mundo, sin embargo, a ellos poco les importaba que se hiciera pública. Estaban seguros que si salía a la luz, serían blanco de muchos comentarios. Dago era el hijo de una familia bastante conservadora; si bien la muerte causa gran conmoción, la gota que rebosó la copa era que la gente se fijara más en que era homosexual y no simplemente una persona con igualdad de oportunidades que cualquier otro y, por supuesto, merecedor de respeto. Empero, la familia de la Vega tenía un concepto bastante fuerte respecto al tema y llevaban cierto tipo de imagen ante la sociedad.

Ante la muerte de Dago, los comentarios iban y venían; con la revelación de Harvey, él se sumaba a los rumores y se volvía objetivo de aquellos que observaron la noticia. De ahí que Harvey decidiera mantener un perfil bajo. Sin embargo, decidió brindarle ayuda a Amalia, con la fiel esperanza de que ella diera con el asesino de Dago, y según los rumores, la abogada tenía muy buenas referencias; aunque no fuera propiamente una detective.

—Descubrí este lugar con una amiga —rebatió Amalia—. Es como una joya esperando ser descubierta ¿sabes? No es muy concurrido por lo escondido que está, como sea, es un gran lugar.

—Ya, ¿ha descubierto algo sobre el caso?

—Poco, realmente —confesó, y sacó una libreta de su bolso—. Por eso lo busqué, encontré sus datos en el expediente, espero no haber sido un poco... abusiva.

—No hay problema, ayudaré en lo que pueda —dijo Harvey y mantuvo un semblante tranquilo.

Ante su respuesta —y mientras llegaba la comida— procedió a realizarle una serie de preguntas. De ellas, pudo averiguar que llevaban nueve meses de relación, que Dago no tenía enemigos conocidos, era un chico gracioso y aplicado en sus estudios, y que la canción que interpretó el día de su muerte fue Nocturne Op 9 No 2 de Chopin. Datos que, por demás, se saltaron en la investigación. Estaba segura de que algo sacaría de todo ello.

—Por cierto —habló Harvey recordando la carpeta que llevaba dentro de su mochila, los sacó y los entregó—. Tal vez sirvan.

Amalia los tomó y sonrió.

Hubo dos cosas que llamaron su atención: un recorte de periódico que decía «Raisa Ivanova, la mente que construyó el Edificio Lacroix, aparece muerta en su casa». Tenía con bolígrafo resaltadas las palabras arquitecta, dedo, activista y la frase probable archivo del caso. El segundo, era una hoja de partituras de una canción titulada «besos de invierno», y en su reverso un mensaje escrito con una letra cursiva y lo bastante clara para leerse sin problema.

—Bellas artes, Ruffie —leyó Amalia en voz alta—

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—Bellas artes, Ruffie —leyó Amalia en voz alta—. ¿Te dice algo esto?

—No, no lo sé, lo descubrí hace un par de días, prefiero que lo tenga usted y no la policía —confesó Harvey, con incertidumbre en su voz—. Los acordes son de una canción que estaba componiendo, la chica del periódico murió el año pasado y siento que tiene relación con la muerte de él. 

Amalia asintió ante aquellas palabras y revisó la fecha del periódico: «18 de octubre de 2019». Dos meses antes de la muerte de Maya.

Sí, la muerte de Dago, Maya y Raisa, estaban conectadas.

Cada vez estaba más cerca de resolver dicho misterio.

El asesino de las artes © [historia corta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora