Ahora somos dos

Donde viven los reflejos

Quiso suspirar al ver la hora en el viejo reloj junto a la cama, el cual señalaba que eran las 5:00 a.m.  Podía sentir la determinación de su contraparte, pero él mas que nadie sabia como iba a terminar todo. Dejó que su cuerpo se moviera como cada día desde su nacimiento, reflejando los movimientos de aquel chico que se encontraba del otro lado del espejo, porque ese era su trabajo, su única razón de existir, porque eso era, era el reflejo de ese chico de ojos azules.

Recordaba haber comenzado a cuestionar su existencia a los siete años, como si de repente un interruptor dentro de el se hubiera encendido, dándole su propia individualidad. Cuestionó todo lo que le rodeaba, ¿Por qué tenia que reflejar lo que hacia una persona? ¿Reflejar lo que era? Quería moverse a su voluntad, ir a donde quisiera, pero una fuerza sobrenatural lo obligaba a seguir con su trabajo, aunque eso no significaba que se rendiría con el tema.

Durante tres años solo observó, sin dejar de reflejar a aquel niño igual a el, aprendió que no era el único, no todos los reflejos estaban de acuerdo con ser solo eso, reflejos. Fue testigo de uno que había logrado cruzar los espejos y hablado con su contraparte, él quería hacer lo mismo, quería dejar de ser solo un reflejo, por lo que con toda la fuerza de voluntad que tenia a su corta edad se levantó de su cama, observando como su contraparte dormía del otro lado del espejo.

Y esa fue la clave para deshacerse de aquella fuerza invisible que los obligaba a reflejar a sus iguales: fuerza de voluntad. Empezó a desobedecer de vez en cuando, mayormente en la noche cuando su contraparte dormía para no asustarlo, no hablaría con el, al menos no aun.

Pero luego entendió que desobedecer a su naturaleza no podía ser tan sencillo. Aquel reflejo regresó un par de meses después de haberse marchado, con manchas de sangre en su ropa. Los pocos que estaban "despiertos" como él lo escucharon. Hablar con su contraparte fue una mala idea, una muy mala. Terminó por volverse loco, suicidándose frente a su reflejo, y sin nada mas que hacer este regreso a su hogar en el espejo.

Creyeron que no podía pasar nada peor, cuan equivocados estaban. Aquella fuerza lo había obligado a reflejar a su contraparte de nuevo, haciéndolo caminar hasta donde se había suicidado su otro yo para luego hacer lo mismo. Entonces aprendió algo fundamental: no importaba que pasara o hiciera, su existencia siempre estaría ligada a la de su contraparte.

Ellos reflejaban a esas personas, si estaban fuera del espejo eso no les afectaría, pero una vez de regreso los cambios en el original se harían a su reflejo. No podía arriesgarse, por lo que siguió con sus pequeñas escapadas por las noches, por lo menos hasta que cumplió los doce.

Consciente de que no podía aspirar a mas que a unos cuantos momentos nocturnos de libertad, empezó a fijarse en la vida que llevaba su contraparte. ¿Había sido muy egoísta de su parte no haber considerado a Once-ler? Estuvo tan concentrado en lo horrible que era reflejar su vida que no se fijo en la vida de él en si. 

A diferencia de él, sus hermanos y su madre no estaban molestos, les gustaba la clase de vida que llevaban, y él ya había perdido la cuenta de todos los insultos y golpes que había recibido, ya no le afectaba, se había acostumbrado. Empezó a fijarse en lo que sentía cuando su conexión era plena, sintiendo lastima por Once-ler. Todos los días por las mañanas una felicidad agradable le recorría el cuerpo, solo para ser reemplazada por un sentimiento de tristeza inmenso que casi siempre terminaba en depresión o inseguridad.

Y estaba en lo correcto, aquel día no fue diferente de otros. Se sentó en la cama, mirando al joven que seguía tumbado boca abajo del otro lado del espejo, sin parar de llorar. Sabia lo mucho que necesitaba un amigo, el apoyo de alguien. Frunció el ceño, molesto con Isabella, ¿Por que era tan cruel con su hijo menor? Estaba decidido, si no hacia algo pronto algo malo le pasaría a Once-ler, y si lo pensaba bien, a él también.