01. FASTIDIO A LA EXISTENCIA

950 116 26
                                    

01,
FASTIDIO A LA EXISTENCIA








          REÍ SONORAMENTE, sin importar las personas que pasaban caminando y me observaban extrañadas. En la calle del frente, un idiota se encontraba tratando de detener los cajones de bebidas que caían repentinamente desde el interior del camión de cargas. Podía escuchar las botellas quebrarse cuando impactaban contra el suelo, derramando así todo su contenido sobre la acera.

Sorbí otro poco de soju, sin dejar de contemplar la escena. —Qué penoso.

En busca de más diversión, fulminé las ruedas delanteras del camión, esperando tener la suficiente fuerza para hacer que comiencen a retroceder. El sujeto seguía maldiciendo, y yo solo deseaba que el vehículo le ruede por encima.

Volví a reír, imaginándome aquello y buscando llevarlo a la realidad.

El camión comenzó a retroceder, y yo me enderecé mejor en mi lugar para contemplar más la escena.

—Un poco más... —murmuré para mí misma, notando que el repartidor no se había dado cuenta aún.

Sin embargo, cuando estuvo a punto de caerse encima, todo se detuvo. Respiré frustrada, mientras fruncía el ceño, sin comprender qué había sucedido.

Pronto sentí una presencia más a mi lado, tomando asiento en la otra mitad del banco. Y ni siquiera tuve que mirar para saber de quién se trataba.

Dejé caer mi cabeza hacia atrás, soltando un alarido de furia. —Lo que me faltaba.

Por el rabillo del ojo lo vi cruzarse de brazos, mientras una sonrisa burlona se alzaba en su engreído rostro.

—La anciana está preocupada. —espetó, con el vaho saliendo de sus labios. Su voz grave retumbó en mis oídos.

Reí, irónicamente. —Bueno, dile a la anciana que si no quiere que la siga preocupando, puede comenzar por quitarme este castigo llamado vida. —solté, negando.

Lo miré, él inclinó su rostro ante mis palabras. El entrecejo se le arrugó levemente y formó una mueca con los labios. —Eres tan positiva, Ava.

Viré los ojos. —Oh, en verdad siento no tener tu perfecta capacidad para saber sobrellevar ochocientos años de vida, Kim Shin. Mis disculpas. —solté sarcástica, sonriendo cínicamente.

Él por fin aterrizó su mirada en mí. —Novecientos y algo, en mi caso.

Lo odio.

—Cómo sea, ya me hartaste. —hablé, levantándome de mi lugar. Tuve que sostenerme del banco para no caer, ya que el alcohol comenzaba a hacer efecto. Suspiré.

—¿Te encuentras bien? —enarcó una ceja, analizándome dudoso. Sus brazos se mantenían cruzados sobre el pecho, lo cual provocaba que sus bíceps resalten bajo su caro abrigo.

—No finjas que te importa. —devolví, entornando mis ojos a él. Comencé a retroceder. —Y dile a la anciana que enviarme un perfecto ser inmortal no cambiará nada. —exclamé, sin dejar de alejarme. —Seguiré fastidiando la existencia de todos éstos inútiles.

Me volteé comenzando a cruzar la calle, cuando su molesta voz repercutió nuevamente.

—¿Entonces crees que soy perfecto?

Me giré, enfadada. De alguna manera, Kim Shin sabía como hacer para joder mi humor.

—Eres un-

Y no pude acabar la oración, porque lo vi desaparecer fugazmente, de la nada. Estuve a punto de protestar, cuando el claxon de un vehículo me desconcertó completamente de todos mis sentidos.

Las luces me encandilaron, y sumando el hecho de que el alcohol me hacía perder el cincuenta por ciento de mi capacidad para actuar con rapidez, lo más probable era que terminara arrollada.

No me quejaba.

Fue en ese momento que sentí una presión ejercer en mi cintura, obligándome a echarme hacia atrás. Se trataban de unas tibias y grandes manos que abrazaban furtivamente mi cuerpo. Mientras sentía una calidez por detrás de mi espalda.

Era él.

El maldito de Kim Shin me estaba sosteniendo, mientras el coche que estuvo a punto de golpearme pasaba de largo haciendo sonar su bocina.

Me separé, aún descolocada. Él se encontraba mirándome con una expresión de sorpresa.

—¿Qué hiciste? —inquerí, respirando aceleradamente.

—¿Cómo que qué hice? —habló, indignado. Su expresión ahora era una de molestia. —¡Acabo de salvarte! ¿No agradecerás?

Fruncí el ceño. Él me estaba sacando de mis casillas realmente. —¿¡Agradecerte!? ¡Hubieras dejado que me atropellen, idiota!

Él pareció enervarse más. Sus labios se abrieron, dispuestos a discutir. —¿Estás desquiciada, Ava? Tú-

Y no pudo terminar, porque me vi obligada a inclinarme hacia adelante y expulsar todo el alcohol que había tomado en las últimas horas.

—Oh, esto tiene que ser una broma. —lo escuché decir luego de unos momentos.

Había vomitado sobre los caros zapatos de Kim Shin.

Genial.

SEMPITERNUS ━━ goblinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora