02. SUFRIMIENTO

704 107 28
                                    

02,
SUFRIMIENTO













             ADA SE APRESURABA a largas zancadas, pisando con fuerza y un deje de estabilidad a causa del alcohol. Su aliento caliente se convertía en el vaho que era arrojado a la mismísima y gélida nada de las calles de Seúl. Sus brazos cruzados sobre su pecho evidenciaban la forma en que el frío calaba sus huesos sin piedad alguna, y eso la irritaba aún más. Sumando el hecho de que tenía una sombra a sus espaldas que le venía reclamando la calidad de sus caros zapatos.

—¡Ya me disculpé, Kim Shin!

Detrás de ella, un indignado ser inmortal bufó con intensidad, presionando uno de sus puños, mientras que en la otra mano sostenía sus zapatos pardos cubiertos de vómito.

—¿Sabes cuánto me costó este par?

—No, y tampoco me interesa. —reconvino, negando frenéticamente. —¿Y podrías dejar de seguirme? Eres-

Y dejó de hablar cuando chocó contra algo que le cortó el paso. Ada trastabilló en el lugar para no perder la estabilidad, y corrió el cabello de su rostro, furiosa.
En medio del camino, el hombre le miraba con una ira detonante, mientras sus labios se presionaban en una firme y recta línea.

Él alzó el calzado a su altura. —No hasta que laves mis zapatos.

Claramente, Ada ya estaba más que sacada de sus casillas, y la insistencia de Kim Shin no estaba ayudando para nada. Soltó un soplido indiscutiblemente furioso, mientras que sus pupilas parecían encenderse ferozmente en un amarillo fuego por milésimas de segundos, evidenciando el poder que escondía.

—Te he dicho que no lo haré. —espetó, lentamente, en un tono sombrío y digno de transmitir escalofríos. No despegó la mirada del hombre, y tampoco acortó distancia, no tenía porqué. —Grábalo en tu desgastada mente de novecientos años y deja de seguirme Kim Shin. Hablo en serio.

Aun seguía teniendo esa inestabilidad a causa del alcohol en su sistema, sin embargo, esto no quitaba el hecho de que lucía aterradora y dispuesta a asesinar a cualquiera que se atreva a contradecirle.

Él, en cambio, al contrario de la reacción esperada, enarcó una de sus cejas, mientras que elevaba la comisura de sus labios, intentando esconder una divertida sonrisa que luchaba por exhibirse abiertamente en su rostro. Pronto, bajó la mirada hacia los apretados puños de su contraria, destilando sorna y suficiencia por demás. —¿De verdad piensas que te tengo miedo? —una diminuta carcajada brotó de sus labios, bajando los zapatos de su rostro. —Soy mayor que tu, cabezota. En todo caso, tu tendrías que ser la que me tiene miedo. —largó, en una tonada casi infantil, burlesca. Y al ritmo de sus palabras, elevó su dedo índice hasta la frente de Ada, empujándo su cabeza repentinamente.

No obstante, lo que para Kim Shin significó un simple empujoncito, para la castaña equivalió a algo mucho más fuerte. Pues, aún trastabillaba con parte de la ebriedad que cargaba encima, haciendo que su cuerpo se tumbe hacia atrás más de lo debido, y termine estampando de lleno contra el suelo.

Tan pronto como el dios inmortal reparó de aquello, explotó en una serie de carcajadas casi malévolas hacia la pobre mujer que había quedado esparcida en el suelo como un saco de verduras. Él mentiría si dijera que aquello no le había causado satisfacción.

—Oye, en verdad eres penosa. —comentó, tratando de calmar sus risas, acercándose a ella. —¿De verdad pensabas...? —y calló abruptamente en menos de un segundo, dejando que todo rastro de disfrute se esfume por completo de su expresión, supliendo la misma con una de asombro y desconcierto. —Espera, ¿Estás llorando?

En efecto, la mismísima Ada Griffin, la poderosa e inmortal diosa, se encontraba sobre la fría acera, con el rostro arrugado, los labios convertidos en un pequeño puchero, y sus ojos teñidos de un leve carmín, desprendiendo silenciosas lágrimas que rodaban deliberadamente por su mejilla.

El pelinegro soltó inmediatamente sus zapatos, dejandolos caer sin más. Sus ojos se abrían con una innegable preocupación, y permenecia boquiabierto, acompañando aquello con su entrecejo levemente fruncido.

—Oye... ¿Por qué es que...? ¿Por qué lloras? —inquirió, acercándose unos pasos más, con mucha cautela, como si tuviera miedo. Parecía un niño pequeño. —Ah... ¿Es por lo que dije anteriormente? —murmuró, sin entender en absoluto la situación.

Un sollozo ahogado salió de la garganta de la mujer, llamando aún más la atención de su contrario. Observaba perdidamente el cielo sobre sí misma, y su cuerpo yacía petrificado. Ni siquiera sentía las fuerzas suficiente como para moverse, porque realmente, una angustia carcomía dolorosamente en su pecho.

—Sólo quítame éste castigo, por favor. —susurró, entre espasmos reiterados. Su voz salió en un hilo, y algo en su garganta se desgarraba. Por sus orbes navegaba algo melancólico, horrible.

Él volvió a acercarse, ahora siguiendo su mirada. No encontró nada más que la bruma negra que invadía el cielo sobre ellos. Le tomó unos momentos, pero por fin lo comprendió.

Ada le estaba hablando a Dios.

Y le estaba pidiendo que le quite su sufrimiento.

Kim Shin no pudo evitar, pero sentirse removido ante aquello. Una parte de él dolió al recordar los tiempos en que alguna vez supo rogar por lo mismo. Por morir. Ese oscuro túnel que aparenta no tener salida, ni final. Una oscuridad que había contaminado su alma, cuerpo y mente.

Ada, probablemente, se encontraba atravesando por lo mismo.
La anciana le había comentado sobre su personalidad testaruda y terca, incluso que solía ser pesimista, y que se divertía dañando al otro.

Y ahora lo entendía.

Entonces, los pensamientos fueron espantados de su mente por el repentino alarido que largó la castaña.

El dios saltó en su lugar, fuera de sí, bajando la mirada hacia ella. Su cuerpo ahora se encontraba tumbado hacia un costado, mientras que se  retorcía lentamente, y una mueca de dolor inundaba su semblante.

—¿Ada? ¿Qué te sucede? ¿Qué es? —se apresuró, colocándose de rodillas a su lado y observandole confuso.

Gritó una vez más, llevando las manos a su pecho, del lado del corazón, y allí rasgando con una evidente desesperación la tela de su abrigo. Ella parecía estár sufriendo, como si algo le doliera. —¡Haz que se detenga! —suplicó en otro alarido.

El hombre la tomó por los hombros, colocándola con la espalda hacia el suelo, y sin mucho preámbulo llevó las manos hacia el abrigo de la mujer, desprendiendo el mismo para verificar lo que sea que estuviera causándole aquel calvario.

Pero cuando lo hizo, no encontró nada, su playera de tirantes dejaba a la vista parte de una cicatriz que se veía antigua. Nada más que eso. Él frunció el ceño, careciendo de alguna idea.

Ada lloró nuevamente, volviendo a tocar la zona, mientras se seguía retorciendo. Gritó una vez más.

Kim Shin suspiró aceleradamente. —¿Qué es lo que...?

Sus palabras permanecieron al aire. Porque en ese mismo instante, su expresión decayó por completo.

En la misma zona, en donde la mujer se encontraba arañando desesperadamente con tal de parar el dolor, se iba materializando algo. Una forma de color rojo, que iba atravesando su pecho y parecía volverse cada vez más palpable a medida que los segundos transcurrían.

Era una navaja. Emanando una especie de destello, enterrada sin piedad alguna.

Kim Shin infló su pecho de aire, mientras sostenía fuertemente el cuerpo de la mujer.

Aquello significaba algo. Y él lo supo, pues tiempo atrás se encontró de la misma forma.
Justo como cuando tuvo aquella espada atravesada.

La espada con la que había sido asesinado.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 24, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

SEMPITERNUS ━━ goblinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora