- Pensé que ya no llegabas al tren.
La voz ronca y grave de Ramón me sobresaltó, sacándome del bucle de pensamientos en el que había entrado después de encontrarme con Darek. Quedaban diez minutos para que el traqueteo sobre las vías rompiese el silencio de la mañana y había tenido que cruzar el centro del pueblo corriendo para no perder el único medio de transporte que me haría llegar al trabajo.
- Yo también me lo temía - le sonreí mientras me dejaba caer en el banco de forja negro del andén.
Todas las mañanas me encontraba allí con él, el jefe de la estación. Su boina gris calada hasta las cejas, el humo de sus cigarros y su conversación pausada eran parte de mi rutina. Él se pasaba el día en su banco, viendo los trenes pasar y charlando con todos los viajeros mientras esperaban. Ramón Atienza era parte de la estación y nadie podía cuestionar eso.
Me quité las botas viejas y llenas de barro mientras él me observaba con atención. De la bolsa de rafia marrón extraje mi calzado de trabajo, unos zapatos de piel negra con tacón bajo y hebilla plateada sobre el tobillo. No podía arriesgarme a estropearlos cruzando los campos y las calles sin asfaltar de Brende. Dejé las botas bajo el banco de Ramón, donde al volver las recogería.
- Le he traído la infusión especial de mi madre - le dije mientras sacaba un saquito del bolsillo de mi abrigo-. Manda recuerdos para usted y dice que si tiene un hueco se acercará a verlo.
Mi madre había nacido con afinidad hacia las plantas. Era una de las habilidades menos apreciadas en los círculos de la élite por ser considerada la menos útil dentro del don de creación, quizás por su poco potencial como arma o como forma de control sobre otras personas. Sin embargo, sabía que ella no la habría cambiado por nada. Su huerto, sus macetas y los arbustos que rodeaban nuestra casa eran la envidia del pueblo. Toda su vida se había centrado en sus plantas y en aprender todos los usos posibles. Hacía infusiones, ungüentos, remedios naturales... Todo ello triunfaba entre los vecinos.
- Dile a Leonora que estaré esperándola con ganas, ya sabe dónde encontrarme.
Asentí con una sonrisa mientras el tren irrumpía en el andén con un silbido fuerte y agudo. Me levanté del banco y me despedí de él antes de subir apresuradamente a uno de los compartimentos diminutos.
Los asientos, que en algún momento habían sido rojos, ya tenían la tela desgastada y descolorida. Las pequeñas ventanas, por las que se podía ver el campo pasar, siempre estaban sucias y teñidas de un tono amarillento que le daba al paisaje un filtro de melancolía. El tren que recorría el trayecto que pasaba por Brende era el más antiguo, puesto que había sido la primera línea de Asanova. Conectaba Nabalía, la capital, con Arendes, una ciudad interior que se caracterizaba por su industria minera.
Dejé caer la mano sobre la ventana, recorriendo con un dedo los bordes fríos de esta. Había dejado de hablar con Darek hacía ya años, cuando me fui a trabajar de interna a la ciudad. Estuve allí algo más de tres años, hasta que inauguraron la estación de Brende y se me permitió ir desde el pueblo hasta el trabajo. De eso ya hacía cinco años. Ocho años y pico sin hablar con el que había sido mi mejor amigo, convirtiéndonos en nada más que desconocidos. Pero esa mañana, después de verlo, sentí como si el tiempo no hubiese pasado por nosotros. Como si aún pudiese oler las hojas de eucalipto sobre nuestras chaquetas después de haber estado toda la tarde tumbados en el bosque de detrás de nuestras casas. Y me había sentido un poco más en casa. Cálida en aquella mañana de Gebela, con el campo helado a nuestro alrededor. Por eso no podía esperar a la noche para escuchar lo que él tenía que contarme.
***
Cuando me bajé del tren me vi inmersa en la vorágine de trabajadores que salían y entraban en la estación de Nabalía. Algunas fábricas se encontraban prácticamente pegadas a ésta, por lo que ya podía escuchar los silbatos que marcaban el inicio de la jornada.
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Asanova
FantasyEn Asanova todas las personas nacen con un don, al menos así ha sido siempre. El nacimiento de niños sin habilidades, un cambio de gobierno repentino y una organización secreta que busca mantener el orden establecido traerán mucha inestabilidad al p...