Shikigami

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"Pactemos tu y yo Fushiguro Megumi"—.aún en el negro absoluto de sus ojos cerrados aquella voz había resonado tan clara y familiar como el descorche de una botella de champán.

Cuando Megumi recuperó la consciencia estaba de cara a un cuerpo de agua roja y caliente. Al enfocar su vista tratando de entender dónde estaba por las pilas de cráneos vacunos que rodeaban lo que parecía ser el interior de un animal vivo, el dominio del rey del mal.

La zona de huesos como había escuchado llamar a Itadori alguna vez, el lugar dentro de su alma que era propiedad de Sukuna Ryomen, quien, en la cima del montículo de huesos más prominente observaba al invasor, mejor dicho, a su invitado.
Altivo como siempre al ser un rey, el maestro de maldiciones más temido especulaba gustoso al que se convertiría en el mago más prodigioso de su generación.

El rey de las maldiciones, había perdido su voluntad bajo la sombra del hechicero prodigio de la familia Zen'in. Nada importaba si no se trataba de aquel joven quien con terror y las manos en una postura defensiva le devolvía la mirada.
—"En este pacto, podrás usarme como uno de tus Shikigami muchacho, pero yo también podré utilizarte"—.Las últimas sílabas fueron arrastradas, mientras el rey de las maldiciones susurraba en contra del lóbulo de la oreja derecha del estudiante de hechicería.

En un parpadeo, Sukuna había aparecido tras su espalda y ahora Fushiguro quien volteó en un rápido movimiento, lo tenia frente a frente y no podía evitar que sus piernas temblaran ante tal amenaza en un lugar parecido a una expansión territorial.

¿Estaba en un sueño? o ¿Sería esto a caso parte de un ritual maldito?

"El precio de usarme, será tu cuerpo y tu energía maldita, sin trucos, solo bajo tu control" — Habló de nuevo volviendo a privar al muchacho de espacio personal, besando su mano en un solemne acto de caballerosidad o vehemencia hacia su persona.

Megumi trataba con todas sus fuerzas de invocar alguno de sus espíritus familiares pero nada sucedía y la invasión a su persona por parte de Ryomen Sukuna se hacía más constante en su corto alcance. Este,lo sujeto por las muñecas, primero sin fuerza, pero atrayéndole hacia su pecho; haciendo reaccionar al muchacho quien le pateo atestando un golpe en la cara externa del muslo izquierdo del rey de las maldiciones. La patada había sido tan poderosa que Fushiguro sentía su pie vibrar, pero Ryomen Sukuna mantenía su agarre, al contrario de liberar al estudiante, apretó más.
Sumamente fuerte y dura era la carne contra la que había golpeado a pesar de que estaba consciente que el único cuerpo material que Sukuna poseía era el de su Vasija Itadori Yuuji.

Pero en este templo del mal, La ventaja era de la maldición de categoría especial.

Megumi bajo su guardia al pensar cómo safarse del agarre,pero lo hizo volver su atención la forma en que la carne entre su oreja y su cuello era besada con la dedicación suficiente, para no ceder a pesar de que sentía que sus manos iban a quebrarse en cualquier momento. Sentía la lengua ajena y sus dientes pasearse con total libertad causandole angustia en tan corto periodo, a demás de que su corazón bombeaba a mil por hora gracias al estímulo.

"Se Mío, Fushiguro Megumi y yo Seré Tuyo, ahora que no tienes a Mahogara ¿No te parece tentador el poder de controlar al rey de las maldiciones? Estaría cuidándote desde las sombras"

El chico se aclaró la garganta, intentando ocultar sus mohines cuando la boca de Sukuna hizo succión en la parte cercana a sus clavículas.
No pensaba en la obtención del poder tan grande que era Sukuna, pensaba más en el placer inmediato que podría proporcionarle.

Sukuna lo soltó para meterse entre sus ropas como el experto depredador que era, tocándolo con pericia hasta dejarlo necesitado por sus caricias y deseos; a lo que el niño de sangre Zen'in no pudo oponerse por lo engarrotadas que estaban sus muñecas, lo entumecido de sus dedos, engarrotados por el largo tiempo que habían terminado sin circulación.

Se le pasó por la mente, que la ropa de Sukuna era fácil de quitar también y aunque Megumi había comenzado a restregar sus manos contra el borde del kimono blanco no se atrevía a hacer más por miedo.
Los labios ajenos sobre los suyos lo aturdían, le quemaban tanto que lo último que recuerda es él como terminó completamente desnudo y montando la gruesa verga de Ryomen Sukuna entre el agua hirviendo teñida de sangre; ayudándose de una mano a meter lentamente el falo erecto en su trasero que estaba tan caliente como el mismo infierno, pero sujetándose con la otra sobre el pecho tatuado del rey de las maldiciones quien gozaba la vista enterrando sus dedos en el cuello y muslo de Fushiguro.

Era su último recuerdo de un sueño húmedo del cual había despertado en la mejor parte.

"Alea Iacta Est"SukuFushiWeek 2021Where stories live. Discover now