Osaka durante los años treinta fue una pintura del infierno.
El Japón moderno ganando terreno y el Japón que trataba de mantenerse fiel a sus tradiciones, su honor como una nación.
Los destrozos, de un Japón infestado de ratas americanas que se hacían llamar soldados, pisoteando su tierra, desplegados como si el país del sol naciente fuera su patio trasero al ser los vencedores de la Segunda Guerra Mundial.
Habían ganado la maldita guerra, pero en las sombras, esos recovecos de la noche donde los gaijin no alcanzaban a profanar; los sofisticados grupos delictivos pisaban fuerte y aquellos con la senda del "Gokudō" se enfrentaban por el control de la facción japonesa en el mercado negro internacional.
El puerto, el barrio rojo y los fumaderos de opio, eran zona de guerra para los criminales caballerosos.
Pero cada una de las familias tenía su escondrijo y para el clan conocido como Ōkuninoshi no era diferente.Ellos tenían "Gyokuken" que en el
exterior no era distinto de cualquier bar de la zona Hozenji Yokocho.
Un letrero de neón rojo y amarillo, en conjunto con sus vidrios polarizados y la pequeña facción del lobby que se podía apreciar a contraluz por la tenue iluminación; una fachada pobre; ya que,el verdadero encanto estaba en el interior.
Al bajar los escalones y tras las cortinas de terciopelo rojo era como viajar al Japón de los años veinte.
La decoración estaba inspirada en el art déco; Cristales en forma de prismas, espejos romboidales, dorado, negro fundiéndose entre cortinas color crema, mesas de caoba y una tarima forrada de flecos dorados, donde las bailarinas con sus tatuajes coloridos, pezoneras, maquillaje y peinado a doc a la temática del lugar; Danzaban de manera sensual al son del jazz, impregnándose en el aroma del tabaco y los tragos de ron.
Su iluminación dramática a causa de los candelabros y las lámparas de pared, donde el ambiente era cortes, pero animado era el lugar perfecto, y se encendía aún más cuando Sukuna Ryomen hacia su entrada con sus treinta hombres detrás.El líder del Ōkuninoshi, con el porte de un rey pero tan desquiciado como un demonio, recibía un saludo respetuoso de todos los presentes. Clientes y personal, a demás, las miradas coquetas de las bailarinas y prostitutas en quienes no tenia interés.
El hombre era codiciado, no solo físicamente, a conciencia y como as bajo la manga de tener la protección del soberano en bajo mundo de Osaka.La noche seguía su cause entre chistes y charla, sus hermanos, su séquito, era su única familia al haberlo elegido. Cualquiera diría al verlo, que estaba harto de escucharlos tontear y narrar cosas sin sentido ya alegres por la bebida; pero, Ryomen simplemente tenia su manera de quedarse absorto en el claustro de su mente, al beber su whisky old par, fumar, escuchar las risas y disfrutar del ambiente a su alrededor exhalando el humo de sus pulmones lentamente, disfrutando como su garganta picaba por la mezcla del alcohol y la nicotina.
Al rededor de la media noche, la mayoría de sus subordinados se habían retirado y solo Sukuna permanecía en la mesa absorto en su cuarto vaso de whisky.
Se había quedado perdido en sus pensamientos, alternando su vista entre sus pocos "hermanos menores" desplegados alrededor del bar, los anillos en la mano que sujetaba su cigarrillo y en el chico de cabellos rebeldes que con una pierna cruzada sobre la otra, reposando los codos en la barra de granito del bar al fumar de su kiseru.
El chico había llegado alrededor de las once y media con algunas gotas de llovizna humedeciendo sus cabellos azabache, cargando sin problema un barril pequeño de sake y dos paquetes con doce cajas de cigarrillos "Peace".
Estaba vestido con pantalones de manta holgados, ballerinas negras, una camisa de tirantes negra y sobre sus hombros, mal puesto un happi-coat de color azul rey.El joven había mirado sólo un instante en dirección a la mesa de Ryomen, pero sus ojos magnéticos y sus pestañas tupidas dispararon un gatillo en el hipotálamo del Yakuza.
Pasaron veinte minutos y aún con el mismo vaso de Old Par en sus manos, decidió acercarse. Casual, como un cliente más que se había quedado solo, fue ahí cuando se dió cuenta de que estaban completamente solos.
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"Alea Iacta Est"SukuFushiWeek 2021
FanficAlea Iacta Est La suerte está echada", " Eso se dice cuando alguien hace algo y no está cien por cien seguro del resultado que obtendrá. La suerte está echada, solo podemos esperar. La siguiente narración es completamente ficticia, ninguno de los pe...