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Se reencontraron en el restaurante de sushi en el cual habían tenido su primera cita, en la misma mesa, y Lisa, de nuevo, pidió por ella.

Aun así, a pesar de que la situación era similar, Lisa lucía casi incomoda en aquel lugar donde todos ponían su atención en ella. Jennie podía notarlo debido a su mirada baja y los brazos cruzados sobre su pecho, además de su pierna moviéndose nerviosamente de un lado a otro.

—Podemos cambiar de lugar si quieres.

—Me gusta este lugar, Nini.

Y, al contrario de las otras veces en las que la había llamado de esta forma, en ese momento Jennie realmente pudo apreciarlo.

—Me gusta que me llames así.

—Lo sé —Afirmó con una sonrisa. Y era una sonrisa real, como la de un niño al que su madre acaba de decirle que su dibujo es hermoso—. También te gusta que te toque cuando no te lo esperas, y mis ojos. También mis pechos, pero ese es otro tema...

Jennie se sonrojó de inmediato y rio nerviosamente.

Lisa tenía razón. Le encantaba todo eso de ella, y tal vez mucho más.

Le gustaba la forma en la que sus labios pintados con labial oscuro formaban hermosas sonrisas. Le gustaban sus palabras. Le gustaba su sentido del humor, y también la manera en la que podía hacerla feliz con solo mirarla. Le gustaba la manera en la que apreciaba el cielo nocturno, y la devoción con la que comía todo tipo de alimentos.

Le gustaba Lalisa Manoban.

En medio de sus pensamientos el mesero de la vez anterior llevó las bandejas de sushi a las chicas y se retiró antes de que Lisa pudiera decirle algo.

Jennie la miró, y fue así como se dio cuenta de que Lisa no le habría dicho nada al pobre chico. No esa vez.

—Perdón por no responder tus mensajes —Se disculpó aunque no tenía que hacerlo—. La muerte de Sungjime ha deprimido bastante... En realidad, solo he salido de la cama hoy porque sabía que serías tu quien me tatuaría, y de alguna forma tú siempre logras subirme el ánimo.

No le gustaba verla así. No le gustaba verla tan rota.

Tampoco le gustaba saber que ella le subía el ánimo. No quería que Lisa necesitara que le subieran el ánimo.

—Lamento lo de Sungji—Murmuró extendiendo su mano sobre la mesa para acariciar la de Lisa, quien miró aquel gesto de la misma forma en la que había admirado sus caricias durante la noche de la fiesta de Nayeon.

Al contrario de esa vez, Lisa no se alejó.

—Yo también...

Y se hizo silencio.

—¿Cómo te sientes, Lisa? —Preguntó con preocupación.

Necesitaba escuchar la respuesta. Necesitaba comprobar que estaba bien... o, al menos, lo más cercano a la palabra "bien" que se puede estar luego de haber perdido una abuela, un hermano y una sobrina.

—Contigo acá estoy de maravilla —Contestó con una sonrisa, y claramente no mentía—, así que no te extrañes si comienzo a visitarte todos los días. Me gusta esto de sentirme maravillosamente viva.

Jennie simplemente sonrió con cierta timidez y bajó la mirada hacia sus manos unidas, dándose cuenta en ese mágico momento la razón por la cual la pintora miraba ese gesto con tanta adoración.

Sus manos encajaban a la perfección, y el que lo hicieran la hacían sentir de maravilla.

—¿Quieres que hablemos de algo?

La Tatuadora de Libélulas. | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora