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Howe se mostraba cuerdo al inicio de sus historias, y casi parecía tener un propósito. Luego de un par de páginas comenzaba a divagar, para finalmente acabar con un libro repleto de frases sin sentido. Aun así, Jennie debía admitir que sus palabras generaban cierta atracción.

Además, su transición de cordura a completa demencia ocurría tan lentamente que, realmente, era imposible darse cuenta de ello. Tal vez en eso estaba su magia.

El cambio no se percibía hasta que era demasiado tarde.

"Y aquí Ana, de cabello rojo, dijo al caballo: 'Mátame', y el pobre Owen, que era un perro, por fin hizo realidad su sueño de ser un gorrión"

Y en ese momento, casi como sabiendo que Jennie finalmente comenzaba a leer el libro de Howe, Lisa la llamó. El tema del Titanic resonó en la habitación.

—¡Lalisa Manoban! —Saludó con entusiasmo antes de cerrar el libro de Howe.

Era una lectura interesante, pero llegaba a dar dolor de cabeza.

—¿Nini? —Su voz se escuchaba suave tras la línea, casi hipnótica—. No puedo creer lo mucho que me gusta tu voz.

—¿Solo mi voz?

Habían pasado dos semanas desde lo sucedido en el departamento de Lisa y todo estaba en calma. No había clientes locos, ni escenas violentas, ni gritos, ni llantos. Estaban en una etapa maravillosa.

—Tu culo también, pero no quería ser tan poco romántica.

Jennie rio. Realmente le encantaba esa idiota.

La relación de ambas, por desgracia, no había cambiado mucho. Se hablaban con más frecuencia, sí, y Lisa parecía haber aceptado el hecho de que estaba enamorada de la tatuadora, pero ninguna se atrevía a dar el siguiente paso.

Ambas comenzaban a impacientarse.

—¿Podemos hablar de lo demente que Howe estaba? —Cuestionó Jennie con una sonrisa— Juro que a partir del octavo capítulo el pobre estaba alucinando... Y puedo jurarlo porque olvidó escribir el capítulo ocho.

—Es de lo único que hemos hablado durante estas dos semanas —Remarcó Lisa—... Pienso que has leído los tres libros de Howe que te he prestado solo para burlarte de él.

—¡Por supuesto que no! —Se negó con indignación—. Lo hago porque quiero entender qué es lo que ves en estos libros.

—No vas a entenderlos si tratas de entenderlos.

—¡Esto es confuso! —Se quejó— ¡Y estresante! —Añadió.

—Tú también sueles estresarme cuando no dejas de hablar de un escritor muerto —Comentó tras la línea con neutralidad—. Pensé que yo era su fan loca, no tú.

Jennie intentó contener su risa, pero no lo logró. Nunca se había imaginado a Lisa como una loca fan de nada, pero ahora tenía una Maeve imagen de la pintora gritando como demente mientras vestía una camiseta con el rostro anónimo de Howe.

—Está bien, lo siento... ¿De qué quieres hablar?

—Iré al estudio mañana para recogerte. Quiero pintarte un poco más...

En eso tampoco habían tenido un gran avance. Lisa solía distraerse constantemente con el cuerpo de Jennie, y poco después de una hora de trabajo, tal vez menos, dejaban todo de lado solo para hablar tonterías con las que cualquiera habría rodado los ojos.

—Está bien. Te esperaré a la cinco.

—Iré al mediodía, en realidad... Quiero hacer unos dibujos de ti mientras tatúas a otras personas solo por el hecho de que me gustas tanto que quiero llenar mi departamento con tu rostro.

La Tatuadora de Libélulas. | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora