Epílogo

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Había pasado un mes y tres días desde que se descubrieron los cadáveres de los dos agentes y la desaparición del falso Zero y su mujer, pero la comisaría seguía resultando caótica. El comisario se frotó el puente de la nariz, cansado. Había pedido el traslado a aquel pueblo porque era pequeño y nunca pasaba nada, por lo que podía cuidar de su mujer como era debido... no podía haber previsto que un hombre de allí cometería un asesinato y firmaría con el 0 que daba nombre al conocido criminal, provocando la reacción en cadena con la que tan difícil se le había hecho lidiar. Si no hubiese recibido la ayuda de sus dos hermanos, que se habían turnado para cuidar de su mujer mientras él trabajaba, le habría sido imposible ocuparse del caso.

– ¿Comisario Jakobson?

Oír su apellido le sacó de sus pensamientos, pero tuvo que sacudir levemente la cabeza para volver completamente a la comisaría. Frente a él había un sonriente mensajero de ojos plomizos y lacio pelo negro que acentuaba la palidez de su piel.

– Sí, soy yo.–respondió

– Un paquete urgente para usted. –señaló una nevera portátil que había sobre la mesa de al lado– ¿Le importaría firmarme aquí?

Mentalmente agotado, Hugh Jakobson firmó, ansioso por volver a casa. Estaba preocupado por su mujer.

– También me han dicho que le de esto, van juntos. –el mensajero le entregó un sobre cuando le devolvió la carpeta

El comisario abrió el sobre y sacó un papel. La nota estaba escrita a máquina.

"Aquí les entrego al impostor que firmó los asesinatos de Greden con mi nombre. Lo siento por los dos agentes, tenían la misión equivocada. Denle mi pésame a sus familias.

Si esto no es suficiente,encontrarán el resto del farsante en su vivienda, supongo que a estas alturas sabrán dónde está.

Tienen todo mi afecto, como siempre,

0

PD: Yo que ustedes me daría prisa,la prensa ya debe ir hacia allí. Encontrarán la puerta abierta,pero, por si acaso, hay una llave debajo de la maceta de la izquierda."

Se apresuró a abrir la nevera. Encima del hielo, estaba la cabeza del falso Zero,con los rasgos transfigurados por una mueca de dolor. Abrió la boca para preguntarle al mensajero por el remitente, pero había desaparecido.

– Grandísimo hijo de puta... –maldijo al psicópata, incorporándose

Ordenó que preparasen un coche patrulla y fueron a la casa a toda velocidad, con la sirena encendida, pero, cuando llegaron a la calle, vieron dos furgonetas, de distintas cadenas televisivas, detenidas ante la casa.

Sin embargo, al acercarse más, vieron a los cámaras sentados en la acera, pálidos como la cera y con sus aparatos al lado.

– Menos mal que han llegado... –susurró uno, al verlos bajar– Nosotros no tenemos estómago para grabar eso...

– Y la cadena lo emitía en directo... –murmuró otro, temblando

– Os está bien empleado –replicó el comisario, malhumorado–, por buscar siempre las noticias más morbosas.

– Nosotros sólo tenemos que cargar con la cámara, sólo hacemos lo que se nos manda...

No respondió,tenía cosas más importantes que hacer que discutir con ellos sobre la moralidad de su trabajo. Cruzó el jardín y empujó la puerta:estaba abierta, tal y como la nota decía... pero el olor le hizo taparse la nariz.

Al doblar la curva del pasillo, lo descubrió.

El salón estaba cubierto de sangre y trozos de vísceras en descomposición: debían de llevar al menos dos días así. Sobre la mesa, como los restos de un pavo en Acción de Gracias, estaba el cuerpo. La piel del pecho, desgarrada, colgaba por ambos lados del mueble, dejando al descubierto la caja torácica, que ya no tenía órganos qué proteger. Incluso los músculos estaban destrozados.

Sólo hay un 0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora