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—Mamá, ¿dónde está papá?

—Papá ha ido a traerte una sorpresa, ya verás.

—¡Ya estoy aquí! ¿Quieres ver cuál es la sorpresa?

—¡Sí! ¡Me gustan las sorpresas!

—Bueno Roxanne, ¿deberíamos decirle cuál es la sorpresa?

—¡Vamos, Alan! ¡Yo tampoco puedo esperar!

—¡Iremos todos a Madrid! Vas a conocer a Ronaldo, Ramos...

—¡Madrid! ¿Oíste eso, mamá? ¡Papá nos va a llevar a Madrid!

~

—¡SEÑOR GARCÍA!

Una señora con acento español levantó a Fede de un susto.

—Hemos llegado a Madrid. Será mejor que tome su equipaje y baje ya.

—Madrid... papá...— murmuró él, con sueño todavía.

—Señor García, ¿me está escuchando?

—¡Sí señora!

—Pues bueno, lleve su trasero fuera del avión en este instante. Ya estamos aquí.

Kiara estaba detrás de la señora española mirando todo. No pudo dejar escapar un par de risas en toda la escena.

—García, ¿estás llorando?— preguntó ella, viendo como una lágrima se asomaba por el ojo de Federico.

—¿Qué? ¿Me estás jodiendo?

—PERO SEÑOR GARCÍA, ¿QUÉ ES ESE LENGUAJE?

Kiara se aguantó la risa con todas sus fuerzas, para no meterse en problemas.

—Disculpe señora, sí señora.

—Vale. Ahora todos fuera de aquí, este avión debe volver a Perú.

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Los chicos y la señora llegaron hasta un lugar grande y con la arquitectura algo anticuada, que abrió sus portones cuando bajaron del auto en donde se trasladaban.

—Niños, vengan, rápido. Deben instalarse aquí antes de que anochezca. Deben estar exhaustos.

—Hemos pasado la noche en un avión. ¿Te parece?

La señora española se mostró enojada por el tono de voz de Federico, pero solo se limitó a verlo mal.

—No importa— dijo alzando una ceja —Este es el colegio José Rufino Echenique. Es una escuela privada y exclusiva que instruye a la próxima generación de políticos peruanos en el arte de la mentira, el chantaje, la corrupción...

—Perdone— intervino Kiara —¿Pero eso no es ilegal acaso?

—Como si no supiera usted, querida, que todo se soluciona con dinero.

—Yo no soy responsable por lo que se le salga a mi madre de la concha hacer. Yo quiero estudiar medicina.

—¿Quiere caer en la miseria acaso?

—¡No quiero ir a la cárcel!

—Linda, hay corrupción en todo el mundo. Sólo queremos asegurarnos que los que tenemos el poder nos quedemos con él, no regalárselo a los demás. Cuando termines tus estudios aquí podrás aprender sobre células y paracetamol.

Kiara ya se ponía roja de la ira. Iba a responder, pero Federico la interrumpió.

—¿Por qué nosotros?

—La mayoría de los hijos de la política peruana estudia aquí. La sede está aquí en España porque si la prensa allá descubre el colegio nos chantajearán y gastaremos recursos en su silencio.

—Qué astuto.

—Ya lo sabía. Federico, eres un degenerado al igual que tu padre.— dijo Kiara, cruzándose de brazos.

—No hables de él de esa forma, japonesita.

Federico la fulminó con la mirada, dispuesto a despellejarla.

—¿Qué quieres que te diga del peor presidente que el Perú ha tenido jamás?

—Basta, animales. Guarden su energía para su primer día. Ya saben, no confíen en nadie nunca.

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Caminaron por muchos pasillos largos, aulas enormes, un comedor con montones de mesas y un auditorio del tamaño de un octavo de estadio. La caminata fue larga, pero por fin llegaron al lugar indicado.

—Ya que conocieron la infraestructura, toca presentaros el lugar donde vais a estar viviendo todos estos meses.

La española los condujo por otro pasillo, que se iluminó cuando prendió el interruptor.

A lo largo de éste habían muchas habitaciones con las puertas cerradas. Algunas estaban decoradas por fuera, otras tenían colores monótonos.

—Heh, ¿hay clase de arte aquí?

Federico admiró la forma en la que las paredes estaban personalizadas.

—Eventualmente— respondió la española —Es una de nuestras clases opcionales. Su hermana Carla García era una de las mejores.

Se detuvieron frente a una puerta con colores encendidos que formaban una pieza de arte abstracta.

—¿Mi hermana? ¿Estudió aquí?

—Una lástima que no haya puesto en práctica sus conocimientos, ¿verdad?

"Es amiga de Beto Ortiz, eso es mucho peor" pensó Kiara.

—Bien, señor García, esta es su habitación. Puede desempacar sus cosas. Y una cosa antes de que se vaya, en clases no están permitidos los teléfonos celulares.

—Como diga, señora— dijo Fede, haciendo un saludo militar con la mano.

—Vamos señorita Fujimori, le enseñaré su habitación.

—Igual que me queda, ¿cierto?

Caminaron un par de puertas más allá, y ella le mostró una de las habitaciones sin decoración.

—Lamentablemente tuvimos que remodelar la habitación de su tío Kenji, ya que la pintura se estaba saliendo. Póngase cómoda, y al igual que el señor García, nada de celulares.

Kiara giró la perilla, empujó la puerta y encendió la luz. Era un cuarto normal, una cama, un par de mesas de noche, un ropero y una lámpara. El piso estaba alfombrado, eso fue lo único que le subió el ánimo a Kiara.

—Buenas noches niña.

—Espere— la detuvo Kiara —Ni siquiera sé cuál es su nombre.

—Llámame Supervisora Delgado. No aceptaré otros nombres.

—Bueno. Tenga buena noche, Supervisora.

La Supervisora Delgado asintió y se marchó con paso firme. Kiara la vio irse y cerró la puerta con llave.

—Mañana pensaré en un plan para escapar.

Suspiró y se dirigió a cambiarse la pijama. Cuando estuvo lista, se metió en la cama y cerró los ojos intentando dormir.

—Por ahora solo quiero descansar.

LOS HIJOS DE LA CORRUPCIÓN - Federico Danton y Kyara FujimoriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora