El amanecer se colaba por cada rincón del departamento.
El sol nacía en lo más lejano, entre los edificios y calles de la ciudad. Se levantaba, como un buen madrugador, que no faltaba a su promesa de salir temprano cada mañana, para trabajar en el pequeño mundo, que giraba a su alrededor.
Le daba calor y abrigo, a todo el que se sintiera ligeramente vacío. Ese era su nato talento, en el que se regocijaba de felicidad y chispa. Nadie se quemaba, pues la dosis de vitamina D, era justa.
Y los colores rosaceos, se iban despejando, como antesala al naranja encendido, que brillaba de fondo. Tal como un atardecer, se podía confundir sin menor esfuerzo, pero las horas marcaban la diferencia.
Una brisa húmeda y fría, levantaba las cortinas de la cocina, y las del balcón. Danzaban en silencio, dejando entrar las corrientes de aire, que le daban un respiro al espacio, pasando desapercibidas, como tinta invisible sobre papel.
Las verdosas plantas en el balcón, se balanceaban.
Las blancas paredes de la sala y la cocina, se teñían de ese color amarillo tenue.
Y otras áreas del piso, en tonos pastel, hacían mezclas de colores, y paletas se formaban, divididas por fotos, cuadros, adornos.
Siendo el camino más oscuro, el que creaba el pasillo, pasando por el estudio, el baño, el cuarto de artes, y terminaba al umbral de la única y principal habitación de la casa.
Iluminado el pie de la cama, y entre los pliegues de las sábanas pálidas, arrugadas por su uso.
Una piel tostada, que se asomaba en pocos lados, dejando descubierto, en el más accidental caso, zonas como la cintura, parte de una pierna, y de los codos hasta las manos.
Las pequeñas manos con que abrazaba una esquina de la almohada, sobre la cual dormía. Su pijama se alzaba, involuntariamente al dormir... Y podía sentir el leve frío, que en equilibrio, el calor corporal podía combatir, haciendo agradable el descanso.
Sus mechones castaños y dispersos, caían sobre sus ojos, su cuello descubierto, se iluminaba con el sol, y su pecho se expandía con cada respiro, y volvía a oprimirse, al botar el aire en sus pulmones... Haciendo que sus hombros subieran con delicadeza, y bajaran del mismo modo.
El rosado pálido, pintaba sus labios, y sus mejillas un tanto regordetas, permanecían tentadoras a ser tocadas, para comprobar la suavidad con las que la crema las hidrataba en su buen cuidado facial.
Con plenitud descansaba un domingo, por la mañana.
Una mano colgaba sobre el torso de Haechan. De dedos largos y finos. Casi blancas, al ser tocadas por la luz.
Y de esa mano, un brazo extendido y conectado al cuerpo abrigado por la camisa blanca, y el pantalón de pijama, a rayas.
Otra respiración constante, que prevalecía sobre la silenciosa del moreno. Debido a lo conciente que estaba, con la vista que sus ojos marrones, podían ofrecer a tal hora.
Sin un mechón rosado, que pudiera estorbarle en su trabajo admirable, de admirar la belleza más natural, en la que se hallaba inmerso.
La almohada que se interponía, como la más abominable distancia, funcionaba como el vidrio que dividía al expectador, de la obra de arte. El que le marcaba el límite, al que la vista sería aún más cautivadora.
Sin quejas, sus labios hacían una curvatura ascendente, en un sonrisa.
Que divino era ser juez, y no tener la capacidad de traducir en palabras, la grandeza de verlo.

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"Ensueño"/NaHyuck. OS
FanfictionComo parte de un sueño, cuando Jaemin despierta junto a Donghyuck.