Elías suspiró y volvió a cambiar de posición por enésima vez. Ahora mirando al techo, con las manos cruzadas bajo su nuca.
Llevaba varias horas intentando dormir pero el insomnio parecía ser su acompañante esa noche, algo que hacía que no fuese distinta a las demás noches.
Desde la cama podía oír los ruidos de los coches que pasaban, pocos al ser de madrugada, y de alguna que otra persona que pasaba o riéndose o caminando con prisas.
Suspiró de nuevo y empezó a contar las estrellas de su techo, que no eran más que puntos pintados con una pintura que brillaba en la oscuridad. Las había pintado muchos años atrás y el tiempo las había ido borrando poco a poco. Quedaban treinta siete. Elías solía contar las treinta y siete estrellas treinta y siete veces antes de pasar a la siguiente forma de intentar distraer su mente para poder quedarse dormido.
Esta noche no había llegado todavía a la quinta ronda cuando oyó movimiento contra su ventana. Habría pensado que su gato, una bola de pelo gris llamada Anakin, se había quedado fuera de nuevo, de no ser porque el ruido estaba seguido de algunos improperios muy humanos.
Apenas le había dado tiempo a incorporarse tras oír la voz cuando la ventana se abrió con un 'click' metálico.
El primer pensamiento que cruzó la cabeza de Elías fue que el intruso era un ladrón, algo que no sería demasiado extraño en esa zona de la cuidad, así que su reacción instintiva fue coger un viejo bate de béisbol de debajo de la cama y encender de golpe la luz, al mismo tiempo que saltaba fuera de la cama.
Se quedó ciego durante unos segundos, lo que tardaron sus ojos en acostumbrarse a la brillante y repentina luz. Cuando pudo volver a ver, se topó con la mirada asustada y sorprendida de un chico que no podía ser mucho más mayor que él. El desconocido levantó las manos, a la altura de su cabeza y por delante de él, bien para mostrar que no pretendía atacar o para protegerse por si Elías usaba el bate contra él.
- Mierda, perdona. - El chico habló con una casi cantarina, a pesar de que se le notaba que se había llevado el susto de su vida. - Me he equivocado de piso, lo siento tío.
El chico le miraba, con las manos aún en alto.
Elías le miró de arriba abajo, tratando de averiguar si decía la verdad. El otro muchacho llevaba unos vaqueros desgastados, unas All Star y una camiseta con dibujos de notas musicales. Lo cierto es que no parecía sospechoso y, desde el punto de vista de Elías, nadie se pondría una camiseta que brilla en las oscuridad si fuese a robar en una casa.
Elías bajó el bate y, por el rabillo del ojo, vio su imagen en el espejo de cuerpo entero que colgaba de su armario. No hace falta decir que todavía seguía durmiendo en ropa interior, y que ahora estaba parado con unos calzoncillos de La Guerra de las Galaxias delante de un extraño que se había colado por su ventana. Notó como le ardían las puntas de las orejas al ruborizarse y tiró del edredón para cubrirse.
El otro chico actuó como si hubiese estado tapado desde el principio. Se limitó a soltar un 'siento haberme colado en tu casa por error' antes de salir por la escalera de incendios a toda prisa, dejando a un sorprendido Elias detrás de él.
