"EL REY MÁS HERMOSO DEL MUNDO"

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-Es perfecto...- comentó con emoción el rey Arthur al tomar un cabello rubio del mechón que tenía Antonio en sus manos, no había duda, eran de Alfred -Tan brillante como el sol... bien debemos hacer un funeral, cualquier cosa murió al estar atascándose de comida, traigan mi traje negro brillante, debo estar de luto, eso no me impedirá verme sexy. ¡Apresúrate Antonio! -

El castaño asintió y guardó el mechón rubio en una cajita, este era la evidencia del fallecimiento del joven.

-¡Al fin soy el hombre más sexy del mundo! -

Alfred siempre había considerado que Antonio era bastante raro, ahora lo pensaba más, aun así, agradecía que le advirtiera sobre los deseos de su padrastro Arthur. Corrió hacia el espeso bosque, mientras lo hacía se acariciaba el cabello el cual carecía de su bello mechón, ahora se sentía un hombre común y sin chiste.

Entre sollozos logró llegar al otro lado del bosque, donde había una extraña vereda, dejo de tocarse el cabello y de llorar para seguir la vereda, al final no perdía nada, además debía hallar un refugio antes de que oscureciera.
Mientras iba por el sendero observo a un par de ardillas, curioso intento acercarse estirando sus manos hacia ellos, pero nada más logro que estos tomaran sus nueces y se lo aventaran a la cara.

-Nadie me quiere ahh... - se talló los ojos llorando.

No se dio cuenta cuanto tiempo había estado caminando hasta que piso una prenda del suelo, se agacho a ver de qué se trataba y la levantó, se sonrojo al ver que era una ropa interior varonil, tiro la prenda al suelo y mejor continuó su paso.

-¡¿Por que me pasan cosas raras a mi?!-

Tiempo después logró ver una cabaña, enseguida se asomó la ventana y vio que no había nadie dentro de ella.

Entró por la ventana para indagar en el lugar, era algo grande y peculiar, 7 sillas en el comedor, 7 pares de zapatos, 7 camas en la habitación, siempre eran 7 cosas.

-Muero de hambre...- se metió a la cocina y empezó a hacerse de comer. Procedió a sentarse en la mesa y comer de lo que había hecho, un poco de carne con papas fritas. Agradecía haber aprendido de las sirvientas y cocineras del castillo, quienes habían sido buenas tutoras después de que su madre murió.

Cuando terminó de comer se fue a la habitación y se sentó en el suelo para acomodar su cabeza en una de las camas, mientras descansaba se preguntaba qué tipo de seres eran los que vivían ahí. Con aquellas ideas en mente el joven príncipe se quedó dormido.

Un par de horas pasaron, pero un sonido perturbó aquel sueño del joven príncipe.

-No puede ser...- murmuró y se acercó a la ventana para lograr salir por ella y ver a dichas personitas.

Un grupo de pequeños estaban tomados de las manos acercándose a la casa mientras cantaban al unísono una canción muy pegajosa.

- Nee nee papa wain choudai,

Nee nee mama nee nee mama,

Mukashi ni tabeta boroneeze no

Ano aji ga wasurerarenainda ....

Marukaite chikyuu

Marukaite chikyuu

ALFRED Y LOS SIETE RAROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora