Prólogo.

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Nunca en mi vida me había sentido como ahora, nunca. Simplemente no puedo creer que esto me esté pasando a mí. Sabía que no era una de las mejores personas del mundo, que tal vez no era la mejor estudiante, ni la mejor hija, pero esto era demasiado para mí  e incluso para cualquier persona. Todas esas asquerosas miradas fijamentes en mí, unas con burlas y otras con penas. Me sentía como la peor estúpida de todas, es que ¿Como puede ser? ¿Qué hice mal? Simplemente quiero que la tierra se abra y me trague. Si eso sería perfecto. Pero estoy segura que no pasará.

Creo que incluso podría llegar a desmayarme o al menos fingir un desmayo. Noté claramente como mis rodillas enpiezan a flaquear y por un momento escuche a través de todas esas insaciables risas y burlas, un sollozo e inmediatamente me di cuenta que provenía de mí.

Maldición, estaba llorando.

Pero por mas que trataba de hacer algo, hacer un mínimo movimiento para salir de ese maldito lugar, no podía. Ni siquiera podía mover los dedos, absolutamente nada. Era como si mi cuerpo no estuviera conectado a mí, como si tambien me hubiera abandonado y dejado sola en ese lugar con mi vergüenza.

Pero a pesar de todo no podía dejar de mirarlo. No podía apartar mi mirada furiosa y decepcionada de sus extraños y confusos ojos azules con una sola pregunta, ¿Por qué? Dios, creí que era distinta, juraría que él me miraba de una manera especial. Que estúpida que era. No había significado nada más que un puto juego con el que creyó que podía jugar como se le diera la gana. Ah, pero estaba equivocado. Muy pero muy equivocado.

Él ni siquiera me conocía.

No era una persona violenta ni vengativa, es más, nunca fuí así. Pero ese día  juré con cada célula de mi cuerpo que él me las iba a pagar, que me las iba a pagar absolutamente todas o me llamaba Ema Smith.

La muy inocente apuesta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora