¡Adiós!
«No recuerdo haber atesorado algún logro en lo que va de mi vida, uno en la que me pueda sentir orgulloso de mi mismo. Soy una persona completamente ordinaria, no destaco en muchas cosas. Soy malo para los deportes, soy un estudiante promedio, tengo problemas para socializar y demás. Definitivamente, no sé en qué estoy pensando al tratar de lograr algo que está a años luz de mis posibilidades. Existe gente que con mi edad ya incurren en la política y se gana la confianza de la gente».
«¿Qué podría hacer un don nadie como yo?»
«¿Quién querría confiar en alguien tan ordinario como yo?»
«¿Qué me hace pensar que, personas como yo, tenemos el derecho de decidir por los demás?»
«¿Por qué seguir con esta farsa?»
«¿Por qué no dejo de engañarme de una vez por todas?»
«El pasado debería quedarse en el pasado y ya...»
—¡Oye. Despierta! —una voz cálida y algo apresurada de una mujer retumba en mi mente
—¿Violet, eres tú?
—¡Despierta! ¡El docente está tomando lista!
—¿Eh?
De manera violenta levanto la cabeza para finalmente volver a la realidad y darme cuenta de que me encontraba en el salón de clase. Me había quedado completamente dormido en el pupitre encima de mi mochila. Escucho los apellidos:
—¡López Salazar!
—¡Presente!
—¡Mendoza Carrasco!
—¡Presente Doctor!
Aún falta para mi apellido y mientras me repongo anímicamente observo a mi alrededor para corresponderle a la mujer que se tomó la molestia de salvarme de una probable humillación y darle las gracias. Sin embargo, me doy cuenta que hay una compañera al costado derecho mío y otra detrás. Ninguna de las dos dirige su mirada hacia mí y no puedo reconocer a mi salvadora. «Por supuesto, tampoco es que ella busque una compensación por ello. Fue un simple gesto de cortesía. Debería dejar de complicarme demasiado».
—¡Silva Montenegro!
—¡Presente Doc! —respondió la chica de atrás
Tenía una voz tosca y algo picaresca. De esas que llaman "pitucas" y tampoco era la que yo escuché en mi mente. Pero, seguidamente...
—¡Villanueva Yavé!
Con una mirada seria y un movimiento violento pero refinado, la chica del costado derecho se levantó de su pupitre y formando un puño con su mano izquierda respondió:
—¡Presente, Maestro!
¿Alguna vez no has sentido la necesidad de encontrarle respuesta a lo desconocido solo para saber hasta donde puedes llegar?
El hecho de reconocer la voz de la chica que me ayudó hace un rato, quedó opacada con la actuación que acabo de presenciar hace unos instantes por la misma. El tiempo se volvió lento y veía como la joven de contextura delgada y cabello largo negro se volvía a sentar nuevamente en su pupitre. Me pregunto si estoy sobrevalorando la actuación o por qué siento esta clase de admiración, pero de alguna forma siento que debo agradecerle:
—Gra...
—¡Oye, el doctor te está llamando, di presente! —interrumpió la compañera de atrás
—¡Ah! ¡Presente Doctor! —exclamé apresuradamente en voz alta
No estoy seguro de lo que siento, pero mis preocupaciones desaparecieron de un momento a otro. Y sentí una corazonada... Creo que acabo de conocer a una heroína...
«Una caballero de armadura reluciente...»
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DERECHA INMORTAL
AléatoireLa motivación de un hombre por querer cambiar el país puede nacer de un amor no correspondido por el destino.