Capítulo Treinta y Cinco

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APRIL

Después de llevar mi tarjeta de crédito al límite, casi olvidar mi maleta en el taxi que tomé al aeropuerto, y haber perdido mis gafas de sol en algún lugar, pude finalmente relajarme, aunque esa no era la palabra correcta. Todavía estaba nerviosa por ver a Brooke después de que me escapé. No estaba segura de si debía disculparme, o exigir una disculpa. Suspiré, feliz de estar de vuelta. Si las cosas no funcionaban, volvería a casa y empezaría mi nueva vida, encontraría un trabajo y, eventualmente, una chica.

Miré a mi derecha, sonriendo a la pareja mayor tomados de la mano en los asientos junto al mío.

—¿Están de vacaciones? —Les pregunté.

El anciano de cabello blanco y grueso sonrió mientras asentía.

—Sí, iremos a Nueva York ya que allí tuvimos nuestra luna de miel hace cincuenta años.

—¡Wow! ¡Eso es increíble! ¡Felicidades!

—¿Vas a Nueva York? —preguntó la mujer.

—Sí, estuve allí la semana pasada por trabajo, pero me involucré con mi jefa y las cosas se pusieron un poco raras, y terminé corriendo a casa.

Tanto el hombre como la mujer asintieron, un poco asombrados. No todas las personas aceptaban por completo las preferencias sexuales de otros

—¿Y ahora vas a volver?

—Sí. Tengo que decirle que lo siento y ver si podemos arreglar las cosas. Ella...

El viejo levantó una mano arrugada.

—Si no le importa, mi esposa y yo estamos cansados y nos gustaría intentar descansar un poco antes de aterrizar.

Sentí como mi cara se ponía completamente roja.

—Oh, lo siento. Sí, lo entiendo —murmuré y me di la vuelta.

Parecían ser personas agradables y cariñosas pero aparentemente, no lo eran. Creo que el hecho de que les dijera que me gustaba una mujer no fue lo mejor. Respiré profundamente y miré hacia la puerta principal y noté que las azafatas de vuelo se reunieron frente a la misma.

—Buenas tardes, señora —Escuché decir a una de ellas—. Me alegro de tenerla a bordo, despegaremos en unos minutos. Tome asiento, por favor.

Odiaba cuando alguien hacia que todo se retrasara, se creían más importantes que el resto. Cuando vi la figura alta de cabello oscuro de espaldas a mí, me quedé helada. No había forma de que pudiera ser ella. Vi como le decía algo a la azafata antes de darse la vuelta y mirar hacia el pasillo.

No podía moverme ni respirar, era ella, era Brooke estaba en mi avión, en Ohio. ¿Qué demonios pasaba?

Escudriñó con su mirada las filas a lo largo del avión. No me había visto aun, sabía que debía hacerle alguna señal para llamar su atención, pero estaba en shock.

Entonces justo sus ojos se fijaron en los míos y dejó de moverse.

Ambas nos miramos fijamente durante varios largos segundos.

—¿Brooke? —Susurré.

Empezó a moverse de nuevo deteniéndose junto a mi asiento.

—¿Vienes conmigo?

—¿Quieres que me baje del avión? —pregunté con confusión.

Asintió.

—Por favor.

Enamorada de mi jefaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora