Acto l La dama rendida ira a otro mundo.

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Reiji Sakamaki, la única hija de Beatrix, la segunda esposa de KarlHeinz, estaba cansada. Cansada de cargar con las responsabilidades de sus hermanos, especialmente las de Shu, su hermano mayor, quien siempre recibía la atención de su madre. Este descuido había alimentado un rencor silencioso hacia él y hacia Beatrix.

A pesar de su frustración, Reiji amaba a sus hermanos menores, aunque a menudo la utilizaran. El único que realmente intentaba ayudarla era Subaru, el más joven, quien la apoyaba para aliviar su carga. Después de enterarse de los planes de su madre para con Christa, la tercera esposa, Reiji había intervenido con pociones y medicamentos para estabilizar la salud de Christa, quien estaba en un estado emocional crítico. Había sido un tiempo complicado, pero Reiji había aprendido a querer a Christa, quien, a pesar de no ser su madre biológica, le había mostrado cariño.

Un día, Christa le entregó una daga de plata a Subaru, pidiéndole que la matara y le pidió a Reiji que cuidara de su hijo. Fue el primer momento en que Reiji se permitió llorar. Se había acurrucado con Subaru, permitiéndole desahogar su dolor mientras ella lo abrazaba, sintiendo que el peso del mundo se desvanecía por un instante.

Reiji, agotada, decidió que necesitaba un descanso. Investigó cómo escapar de su realidad y, aunque sentía miedo de lo desconocido, sabía que debía ser valiente. Informó a Subaru sobre su plan, quien se ofreció a ayudarla sin entender completamente los detalles.

Con una pequeña maleta repleta de ropa sencilla, joyas, dinero y libros que contenían los secretos de su hogar, Reiji se vistió con un pantalón color vino y una blusa negra. Mientras la casa dormía, se aseguró de no hacer ruido y se teletransportó al lugar donde Subaru la esperaba con un ramo de rosas blancas.

—Así que este es el adiós —dijo Subaru, con tristeza en su voz.

—No es un adiós, es un hasta pronto —respondió Reiji, tratando de mantener la calma.

Subaru la abrazó, y en ese momento, Reiji le susurró al oído que cuidara de los demás y que buscara amigos. Con lágrimas en sus ojos, Subaru asintió, sabiendo que sus palabras eran más que un simple consejo.

Después de una última despedida, Reiji se adentró en el bosque, donde tomó la poción que le permitiría cruzar a otra realidad. El proceso fue intenso, pero cuando la energía se disipó, se encontró en un mundo vibrante y desconocido. Con su cabello desordenado, se tomó un momento para acomodarse antes de aventurarse más lejos.

The Cold Lady and her Loving sonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora