Capítulo 3

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En el momento que la señora Park se fue del hotel junto a su hija, Taehyung sintió que se iba a desmayar. Sus piernas flaquearon y su vista se volvió borrosa por las lágrimas que estaba guardando. Todo él quería desmoronarse. Ahí mismo. 

Su celular estaba sin batería y pidió un teléfono en el lugar llamando a la única persona que venía a su mente. 

Park Jimin. 

Mientras caminaba hacia afuera se preguntaba: ¿por qué?, simplemente, ¿por qué era el único que se sentía tan abatido? 

Miserable. Totalmente miserable por encontrarse quebrado por una persona que ya no era suya. 

Que ya no estaba junto a él. 

Sentía muchas ganas de gritar fuertemente, pero con la sensación de que aún cuando lo hiciera, él no lo iba a escuchar. 

—Eres cruel, Jungkook—habló para sí mismo pero bajito sentándose en una banca—. Te hace cruel si apareces de nuevo en mi vida a punto de ser feliz con alguien más. 

Ese dolor de su corazón siendo pisoteado una y otra vez lo había sentido muy pocas veces en su vida. Cuando perdió a Jungkook la primera vez, y cuando perdió a su hermana. 

Tal vez todavía no confiaba en sí mismo y era reacio a aceptar algo perdido, porque si pudiera retroceder el tiempo le pediría a Jungkook que lo intentaran a pesar de todos los prejuicios que tenían en su relación.

Quizá debió decirle que lo amaba más veces, o que despertar a su lado cada mañana era una agonía de felicidad. Tal vez agradecerle más el hecho de que lo escogiera por sobre todo. Tal vez debió preparar más desayunos para disfrutar juntos mientras veían la televisión. O debió olvidar el temor que le provocaba tomar su mano en la calle.

Debió hacer muchas cosas para poder besarlo suavemente y amarlo libremente. 

Pero no lo hizo, no le demostró todo eso, y tampoco podía ya. Por eso se sentía tan acongojado, porque si había alguien a quién Taehyung le debía la vida, ese era Jungkook. 

Jungkook.

El amor de su vida, sin dudas, su complemento perfecto.

Si los opuestos se atraen, ellos eran la indefinición de aquello. Tenían los mismos gustos, disfrutaban la misma música, el mismo cine, el arte, la literatura etc. 

Ellos habían construido su propio mundo y ahora se estaba cayendo a pedacitos. No había forma de seguir en ese lugar seguro de ambos si era una sola persona la que todavía pensaba en ello. 

Porque la otra ya estaba con alguien más, a punto de casarse. Y tal vez, de alguna manera, Jungkook había creado otro mundo con ella.  

Se sentía confundido, errático y con miedo. 

Lo intentó tantas veces. Olvidarlo. Sacar el mitigante rastro de su cuerpo, pero simplemente nadie lo comparaba. Jungkook era único.

Por suerte, antes de seguir hundiéndose en sus pensamientos, entró en su campo de visión su rubio favorito. No hizo falta decirle nada, porque antes de que lo notara estaba siendo levantado y abrazado por unos cálidos brazos que se sentían tan bien. 

Eso era lo que más necesitaba Taehyung en esos momentos. Ser contenido. 

Cuando quiso llorar, Jimin besó su mejilla y le habló con una voz muy suavecita. 

—Tranquilo, bebé. Todo va a estar bien.

Mientras lo abrazaba una de sus manos estaba dando círculos en su espalda para que se calmara. 

Rewrite The Stars (Kookv)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora