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Y aquí lo tenían; uno de los ingenieros informáticos más codiciados en el mundo esperando a una persona que apenas conoció el día de ayer, y que por cierto, tenía información acerca de uno de sus primeros inventos que consideraba eliminado de la faz de la tierra y que, por cierto, era y es, su mejor amigo.

¿Quién lo diría?

Observaba a las personas pasando alrededor, aunque no eran muchas. Haciendo un cálculo aproximado eran las doce de la noche, hora la cual no mucha gente tomaba el transporte puesto que sus horarios laborales terminaron hace menos de 4 horas, además; ¿Quién en su sano juicio entraría al metro, en su último recorrido del dia?

Nadie que necesite recuperar a una inteligencia artificial que aparte de todo, es su mejor amigo, claro está.

Pero la pregunta del millón se formuló en la cabeza de Nan-do fugazmente:

¿Cuándo llegará esta mujer?

Había estado esperándola hace no menos de treinta minutos, y no había rastro de ella. El no era muy paciente que digamos.

Antes de hacer la rabieta de su vida e irse lejos de aquella estación a zancadas, una figura femenina vestida de negro apareció a un lado suyo como arte de magia. Tal vez fuese que se hundió tanto en sus pensamientos que no se dió cuenta cuando llegó, pero realmente le saco una pequeña impresión.

—Disculpa la tardanza. Tuve algunos asuntos que resolver. —Guardando lo que parecían ser unos anteojos, la joven de ojos grisáceos observo a aquel joven que le sacaba una cabeza y media.— ¿Nos vamos?

Frunciendo ligeramente el entrecejo, el pelinegro simplemente se cruzó de brazos, bastante inconforme con la situación.

—Disculpa, pero, ¿Para que demonios nos iremos por el metro? Tardaremos más. Aparte, es el último viaje que se hará hoy.

Una pequeña risa salió de los labios rosas de aquella mujer, para después rodar los ojos, mientras, como se predijo, el tren subterráneo hacia su parada para hacer su último recorrido del día.

—Para que no rastreen nuestra ubicación vía satelital, ¿No es obvio?

Hizo una mueca de desagrado. No le gustaba que se burlaran de su razonamiento lógico. Solo la estaba poniendo a prueba.

—Esta bien.

El viaje fue silencioso y tranquilo, con un pequeño aire de incomodidad al menos por parte del castaño; se sentía escaneado. Sentía que aquella fémina que había conocido hace no menos de un día ya lo había estudiado de pies a cabeza, y el apenas y sabía a dónde se dirigían.

—¿Al menos puedo saber con quién estoy tratando? —Preguntó después de casi 40 minutos de silencio perpetuo.—

—Vaya, hasta que por fin abres la boca, ¿No eres de muchas palabras, eh? —Bromeó la joven rubia, mientras observaba a su alrededor, en parte dándole un poco la espalda a Nan-do.—

—No has respondido a mi pregunta.

—Vaya, que gruñón. —Bufó, mientras observaba los ojos azabaches del chico, por primera vez, dirigiendo su mirada.— Puedes llamarme Lily, tu nombre es Go Nan-Do, ¿Cierto?

Asintiendo, aquel joven mencionado anteriormente simplemente desvió la mirada, sin decir nada más. Haciendo que aquel silencio volviera a surgir de manera incómoda. Pero, antes de seguir con el ambiente pesado, las puertas de aquel tren se abrieron en la estación más cercana al aeropuerto.

—Vamos. Si tomamos un vuelo rápido llegaremos allá en la mañana.






Holo, mi amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora