Prólogo.

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Esa tarde, el padre de Wakatoshi no había podido pasarlo a recoger al colegio. Era porque si quería irse a Estados Unidos a trabajar, algún día, entonces tenía que darlo todo y trabajar horas extra. Sin embargo, y aunque Wakatoshi no le quería lejos, no se enojó.
A su corta edad, estaba consciente de que a veces las cosas no podían salir como él quería. Así que se resignó a volver solo a casa, caminando a pie.

Ni siquiera tenía idea alguna de en donde estaba la parada de autobuses, solo se aferró a su bufanda para poder enfrentarse al frío de febrero. Caminó, caminó y caminó, hasta que ya no pudo reconocer el entorno. Y entonces, se detuvo.

El pequeño Ushijima no tardó más que un par de minutos en darse cuenta de que estaba perdido. Pero no estaba solo. Detrás de un arbusto, cubierto de un poco de nieve, un monstruo le acechaba y esperaba pacientemente a atacarle.

—¡Buuuuuu!—un chico pelirrojo salto del arbusto más cercano. Wakatoshi se mantuvo estoico, y el pelirrojo bufó desilusionado.—No te asustaste.

—Ah. Eres tú.—le reconoció como el niño nuevo que había llegado a clases ese día.—¿Tendi?

—¡Tendou!—corrigió ligeramente ofendido.—Satori Tendou, ¡esta mañana me hicieron presentarme en cada clase y es cruel que ni así te acuerdes!

—No se me dan bien los nombres.—admitió con tranquilidad.—Yo soy Wakatoshi Ushijima.

—Ya sé, ya sé.—Tendou si le recordaba de la mañana, como el único niño que él día de hoy no se había burlado de él ni hablado feo a sus espaldas. Y ahora, como el único niño al que no había podido asustar.—¡Que aburrido eres, Wakatoshi-kun!

—¿Aburrido?—Ushijima murmuró sin entender, y Tendou asintió repetidas veces.

—¡Si, si, aburrido!—confirmó, fingiendo seriedad extrema.—¡Parece que nada te gusta, disgusta o te da miedo!

—Me gusta el voleibol.—señaló de inmediato.—Me disgusta la gente que no lo da todo en lo que hace.

Tendou pareció interesarse.

—¿Y qué te da miedo?

Wakatoshi se quedó callado, mientras los enormes ojos de Satori le miraban con curiosidad. Un extraño cosquilleo le recorrió el cuerpo, pero aún así, no pudo contestar algo en concreto.

—No estoy seguro.—dijo finalmente, para la decepción del pelirrojo.—¿A ti que te da miedo?

Satori sonrió travieso y ahogó una carcajada.

—Los monstruos no tenemos miedo, los monstruos damos miedo.—presumió, mostrando los colmillos.

Al mismo tiempo levantó las palmas de las manos, separando los dedos y dejándolos curveados para intentando darles aspecto de garras aterradoras. Wakatoshi sin embargo, no pareció entender qué estaba haciendo, porque también levantó las manos y le chocó los cinco como si estuvieran jugando voleibol.

Tendou quedó perplejo después de esa acción inesperada, mirándose las palma de las manos y sintiendo el fantasma del contacto que había tenido con Wakatoshi. Aún sentía esa calidez y un cosquilleo en ellas, que lo dejaban todavía más atontado. De poco a poco, esa calidez fue acumulándose en sus mejillas, y Satori terminó llevándose ambas manos al rostro para cubrirlo.

—¿Tendou?

—Me retracto.—Wakatoshi entonces notó que Tendou había empezado a reírse de nuevo, soltando carcajadas más alegres que las anteriores.—¡Eres muy divertido, Wakatoshi-kun!

—¿Lo soy?

—¡Si, lo eres!—afirmó Tendou, y no lo dudó, porque se veía bastante feliz riendo suavemente. A Wakatoshi comenzaron a gustarle su sonrisa y sus carcajadas. Entonces, supuso que era bueno que Tendou le encontrara gracioso.—¡Pero de todos modos voy a terminar asustándote algún día!

—Está bien.—accedió, haciendo reír a Tendou todavía más.

—¡Bien!—exclamó Satori, empezando a agitar una mano para despedirse.—¡Nos vemos mañana en clases, Wakatoshi-kun!

Y entonces corrió en otra dirección, Wakatoshi supuso que en donde se encontraba su hogar.

Ahora fue él quien se miró las manos, extrañado.
Las pequeñas palmas de Tendou estaban heladas, pero por alguna razón le habían hecho sentir cierta calidez.

the hand of a little monsterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora