Capítulo 1: Mañana

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Al pequeño Wakatoshi le dolían las piernas de tanto caminar.

Sin embargo, no era como si pudiera dejar de hacerlo. Tenía que buscar a su padre ya, o era muy probable que no volviera a verle.

Así que se resignó a seguir andando a pasos un poco más lentos, mientras seguía pendiente de la altura del sol.
Al ser un día de nieve y estar abrigado con telas y telas de ropa, ni siquiera podía sentirlo. Pero era necesario que supiera que aún faltaba mucho para que sea de noche, porque entonces tendría que volver a casa o su madre se enfadaría muchísimo.

Ushijima siguió caminando, caminando y caminando, esperando que el dolor en sus piernas terminara cediendo. Y entonces, se detuvo, porque dejó de reconocer su propio entorno.

Le tomó menos de un par de minutos darse cuenta de que estaba perdido.

Las calles prácticamente estaban vacías, y al vivir en un pueblo tan rural abundaban los sitios que no eran más que nada árboles y naturaleza, con una que otra casa cada tantos kilómetros.

No entró en pánico. Él no era la clase de niños que lloraba por esas cosas. O que lloraba por alguna, en general.
Ushijima a sus diez años era fuerte, valiente y no desperdiciaba tiempo lamentándose cuando en cambio, podría pensar soluciones. Así que intentó ubicarse usando la altura del sol, y la dirección hacia donde los pájaros volaban. No le ayudó mucho, pues si bien había visto a su padre y uno que otro adulto hacer esas cosas, él no tenía ni idea de como hacerlas.

Entonces se encogió de hombros, y volvió a caminar.

Tenía la teoría de que, si lo seguía haciendo, tarde o temprano encontraría a su padre. Regresar sobre sus propios pasos no era una opción por ahora, pues él venía de casa y papá no estaba ahí. Se había ido esta mañana, sin despedirse, y entonces fue cuando Ushijima salió de casa sin el permiso de su madre o su abuela para buscarlo. De todos modos, no es como si a alguna de ellas les molestara, siempre y cuando Ushijima sea un niño obediente con buenas calificaciones podía hacer lo que quisiera.
Aunque Ushijima nunca quería hacer algo que no fuera jugar al voleibol. O estar con su papá.

De hecho, justo ahora, Ushijima llevaba la pelota de voleibol en brazos, y la apegaba con fuerza a su pecho como si tuviera miedo de perderla.

No era un miedo en vano, pues unos metros más adelante, Ushijima estaba tan cansado que terminó tropezándose con sus propios pies y cayó de frente, ganándose una enorme marca roca en el rostro que no le importó más que el balón rodando y alejándose de él. Wakatoshi se levantó y se sacudió la nieve con paciencia, pues él no era de hacer las cosas a la carrera, y luego trotó despacio hacia el pequeño arbusto en donde había llegado a parar.

Cuando Wakatoshi extendió sus brazos para alcanzarla, otro par de bracitos más delgados y salidos de entre las hojas del matorral lo tomaron de las muñecas, al mismo tiempo que escuchaba una carcajada traviesa.

—¡Buuuuu!—gritó el niño pelirrojo, saltando fuera de su escondite y entre más risas infantiles. Sin embargo, Ushijima se mantuvo inexpresivo. Las risas de callaron y dieron paso a un puchero.—No te asustaste.

—¿Por qué habría de hacerlo?—Ushijima cuestionó con genuina inocencia. El chiquillo pareció enfurecerse por su travesura arruinada.

—Porque soy un monstruo.—declaró señalándose a sí mismo. Ushijima pareció confundirse todavía más.

—Yo te veo muy normal hoy, Tendou.—comentó soltándose del agarre y recogiendo su balón. El otro menor resopló.—De hecho lo hago todo el tiempo.

—¡Wakatoshi-kun es muy aburrido!—chilló.—Por eso nadie te junta contigo en clases.

—Tú lo haces.—recordó, de nuevo, sin dobles intenciones. Simplemente, señalando lo que era verdad. Tendou de todos modos pareció avergonzarse, aunque Wakatoshi no se inmutó.

the hand of a little monsterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora