CAPÍTULO 31: «¡LA QUIERO DESDE EL DÍA QUE ME BESÓ!»

25 6 0
                                    

Chris y yo estábamos agotados, por lo que habíamos decidido relajarnos en su habitación y no hacer nada. La televisión estaba puesta, pero ninguno de los dos la estaba mirando.

—¿Tienes hambre? —me preguntó Chris después de estar un rato callados. Yo disfrutaba del sonido de los latidos de su corazón y él me acariciaba el pelo dulcemente. Era relajante, casi hasta hipnotizante.

—No, pero sí frío —le dije y me acurruqué más a él. Había sido lo suficientemente estúpida de pensar que una camisa me iba a dar calor en pleno enero.

—Espera, que te traigo una manta. —Chris se levantó del sofá y se acercó a un baúl que estaba al lado del mueble donde se encontraba la televisión. De él sacó una manta de color negro que parecía muy calentita. Se acercó a mí y me la puso encima del cuerpo. Se volvió a sentar a mi lado y volví a apoyar mi cabeza en su pecho—. ¿Mejor? —Chris metió su brazo bajo la manta y lo pasó por mi cintura.

—Mucho —dije y cerré los ojos. Podría quedarme así para siempre.

—¿Has avisado a tu hermano de que estás aquí?

—No —respondí de mala gana y me escondí bajo la manta.

—¿No se va a enfadar? —Me apretó la cintura con la mano.

—Me da igual —le respondí. Chris me quitó la manta de la cara y me obligó a mirarle.

—¿Habéis vuelto a discutir? —me preguntó preocupado. No podía contarle lo que había ocurrido en realidad, al menos no hasta que Mack se lo dijera a Chad primero.

—No es nada importante. —Le sonreí para tranquilizarlo. Chris me miró con desconfianza, pero no insistió. Mi atención se centró en el último cajón de su escritorio, donde había encontrado ese móvil tan viejo y la extraña caja fuerte—. Nunca me has hablado de tu antiguo instituto —dije, y sentí cómo Chris se tensó.

—Tampoco hay mucho que contar. —Se encogió de hombros.

—¡Oh, vamos! ¿Cómo eran las clases? ¿Tenías muchos amigos? —Levanté la cabeza para mirarle, aunque Chris no me miraba a mí.

—Nunca he sido un tío de muchos amigos. —Me miró sonriente.

—Amigas, entonces —bromeé y Chris negó con la cabeza, divertido.

—Ni lo uno ni lo otro. —Su mano se deslizó por debajo de mi camiseta y me acarició la piel de mi cintura—. Era bastante popular, no me malinterpretes, aunque amigos de verdad tuve pocos. La mayoría sólo me querían cuando necesitaban algo de mí. —Frunció el ceño, y yo le miré con atención.

—¿Necesitar algo de ti? ¿A qué te refieres?

—A una pareja de trabajo, claro. —Me sonrió—. Tenía unas notas excelentes, para que lo sepas —dijo orgulloso—. Mi comportamiento era una mierda, eso sí. —Sonrió.

—¿Tú, notas excelentes? No te pega nada. —Reí incrédula. Chris abrió la boca ofendido.

—Tampoco tengo malas notas ahora —se defendió.

—¡Pero si prácticamente has tenido que sobornar al de Economía para que te aprobase! —le recordé divertida.

—¡Ese hombre es un rácano poniendo notas! —exclamó escandalizado y yo me reí a carcajada limpia. Chris parecía realmente indignado. Me revolví entre sus brazos por la risa y me agarré el estómago, intentando calmar el dolor. La cara que había puesto no tenía precio.

Cuando por fin me calmé, miré a Chris, que me miraba con una sonrisa.

—¿Qué pasa? —pregunté todavía riendo ligeramente.

JUGANDO A CONTAR MENTIRASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora