La campana de salida había sonado hace un par de horas y las actividades extraescolares estaban próximas a acabar.
Los del extraescolar de inglés, matemática y lenguaje utilizaban la pequeña biblioteca que les alcanzaba a la perfección ya que no eran demasiados los que se interesaban por esas clases.
Los de fútbol estaban en descanso y algunos charlaban con los de baloncesto. Como sólo había dos canchas, los de Voleibol y handball tenían sus clases otro día. Se podía ver a algunos holgazaneando en las máquinas de ejercicios en vez de usarlas.
Los de gimnasia practicaban sus rutinas en el pequeño patio techado de la zona de los niños de preescolar y primer ciclo. Ya que se encontraban a finales del año la mayoría de los integrantes ya había desarrollado buena elasticidad y practicaban sus movimientos para un acto que presentarían a la escuela a fin de año.
Como la mayoría eran mujeres, casi todas llevaban calzas cortas que dejaban ver sus bonitas piernas. Algunas, con total intención las mostraban y sacaban a relucir su elasticidad, pues tenían espectadores.
Del otro lado de las salas y del estandarte en donde la bandera nacional y la de la escuela hondeaban con la suave brisa, algunos chicos del equipo de fútbol y baloncesto (y algunos que se habían quedado para acompañar a sus amigos) miraban con gran interés y picardía los movimientos que algunas chicas les dedicaban.
-Concentradas, niñas - Les dijo su instructora al ver que algunas exageraban sus movimientos o hacían otros que no estaban relacionados con la rutina - Si les va bien en esta presentación el año próximo podemos ir a un regional contra las escuelas de la ciudad. - Era una señora que rondaba los 50 años y tenía el rostro surcado de líneas de expresión. Tenía un cuerpo delgado y su postura era la recta e impecable.
A varias de las chicas no les interesaba del todo ir al regional. No tienen altas expectativas en una escuela rural como la suya.
La instructora finalmente notó a los chicos que miraban desde lejos - ¡HEY! - Les gritó - ¡No necesito mirones! - Con burla empezaron a alejarse y a volver a sus actividades, no sin antes lanzar despedidas y piropos a sus compañeras - ¡Váyanse o les llamo al director!
Pronto desaparecieron por los pasillos en dirección a las canchas.
Mientras corrían para evitar que sus profesores les dieran una amonestación, vieron en las gradas a un chico sentado con su mochila junto a él y un portátil sobre las piernas.
Al principio vieron la oportunidad de molestar a alguien, pero la mayoría se retractó en cuanto lo reconocieron.
Ese chico era Caín, el hijo del jefe de policía local. Pero no le temían por ser hijo de un policía, él se había ganado su fama de otras maneras. Entre ellas estaban las peleas que a veces tenía por su mal genio y aparente gusto por asestar golpes que podían volarte los dientes como una masa de hierro a pesar de que a simple vista su cuerpo parecía ser esbelto. Nadie se metía con él y, a pesar de que buscarle pelea era fácil, podía resultar ser alguien bastante tranquilo, en especial en ciertas fechas.
Pasaron cerca de él, pero no se le acercaron demasiado.
Sólo uno de los chicos, el más grande de todos dio un salto sobre la grada y llamó su atención. Ambos se limitaron a mirarse entre sí. Los siniestros ojos de Caín se toparon con los de Leo, aquel valiente chico que tenía las agallas de molestarlo. Pero sólo se miraron hasta que Leo se alejó. No era una mirada en nada amistosa, más bien siniestra por parte de ambos y parecía que se decían algo entre ellos, algo que sólo ellos sabían.
Cada uno volvió a lo suyo. Caín siguió en su portátil y a Leo sus compañeros lo miraron con ligero asombro mientras decían entre ellos lo raro que el otro tipo se veía y se preguntaban qué hacía allí si no participaba a ningún extraescolar
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Sombras de luna
General FictionLa mayoría le tememos a la oscuridad. En su mayoría por lo que puede haber en ella. En este mundo hay un verdadero peligro en la oscuridad, en cada esquina, en el oscuro bosque, dentro del armario, debajo de la cama...