Prólogo

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Las noches de luna nueva son las más peligrosas, y los habitantes de este mundo lo saben. Han diseñado dispositivos para proteger a la gente de los peligros que abarcan la oscuridad. Idealmente se cubren la mayor cantidad de espacios oscuros que pueda haber y aquellos lugares más complicados de iluminar en su totalidad son aislados y resguardados para que nada ni nadie pueda entrar... o salir.

A pesar de los protocolos de instalación efectiva de luces LED, el desarrollo en la mejora de la efectividad y fiabilidad de la generación de energía y fuentes de luz, no todos tienen acceso a lo mejor para protegerse. Mucho menos en el campo, alejados de la seguridad de las incandescentes ciudades y rodeados de oscuros bosques.

Aunque no todo es tan malo.

Muchas familias, acostumbradas y adaptadas a esta vida tienen técnicas de supervivencia que llegan a ser reconocidas por otras comunidades como algunos de los métodos más efectivos para protegerse.

Pero... ¿De qué se protegen exactamente?

-¿Se cepillaron los dientes? – pregunta una madre mientras acuesta a sus tres hijos. La mayor con 15 años, el de en medio con 12 y el menor con 7.

-¡Si! – dicen alegres y al unísono.

-Se duermen temprano. Nada de conversar hasta tarde. – Arropó a los tres en la gran cama de dos plazas en la que dormían calientes y a salvo. - Buenas noches.

Saliendo de la habitación apagó la luz y confirmó que la que se encontraba debajo de la cama estuviese encendida. Ahora la habitación se encontraba iluminada por una suave luz blanca que no molestaría a sus hijos para dormir y les daría la seguridad que necesitaban.

Sintiéndose tranquila, cerró la puerta y se dirigió a su habitación en donde su esposo ya estaba preparándose para ir a dormir finalmente.

Cerró la puerta detrás de ella y se sentó en el borde de la cama para quitarse los zapatos.

Afuera, el viento soplaba con fuerza y, aunque parecía que llovería, en verdad lo previsto eran sólo unas gotas que caerían pasada la media noche.

-¿Les dejaste las luces?

-Si – Se quitó los pantalones y la camisa junto con el sostén quedando únicamente en bragas. Hacía frío, por lo que se apuró en ponerse el pijama.

-¿Y la linterna?

-Si, y supongo tú la dejaste cargada – Con el pijama listo, se quitó el moño que sujetaba su cabello casi liso (un poco arruinado por la friz que le provocaba la humedad de la montaña) y lo dejó en la mesita de noche sobre la cual descansaba una pequeña lámpara.

-Apenas me levanté y la puse a cargar.

-Entonces, todo es...

Un relámpago ilumino el exterior y parte de la habitación. Se quedaron congelados hasta que pudieron escuchar el trueno pocos segundos después. Cuando las luces empezaron a parpadear, la mujer soltó un jadeo por la exaltación. Y, en cuanto la luz se fue, estaban sudando frío y por la espalda les corría un escalofrío que les hacía temblar las piernas.

La mujer intentó encender nuevamente la lámpara, pero esta no funcionaba. El marido sacó rápidamente una pequeña linterna de debajo de la almohada y atrajo a su mujer para que se acercara.

Con su mujer a su lado y pegada a él con terror, podía sentir su corazón latiendo aceleradamente. Él también estaba asustado. Jamás habían tenido problemas con la luz.

Ella, repentinamente saltó de la cama y salió de la habitación hacia el pasillo sin darle tiempo a su marido de detenerla y sin la protección de la luz.

Sombras de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora