Anillo

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Por fin se respiraba libertad, y el inicio de una nueva era.

La maldición de los titanes había terminado, y aunque los planes de Eren involucraban su sacrificio inminente, logró sobrevivir gracias a la voluntad de la fundadora Ymir, quien había permanecido esclavizada por más de 2000 años.

La desaparición de aquellos seres enormes, presas de un sueño infinito, fue un hecho que llenó de regocijo a los eldianos, pero que no restituía las miles de vidas que se perdieron en el proceso.

Quizá el resto del mundo no estaba aún convencido de esa realidad, viviendo todavía bajo el miedo de una nueva amenaza, pero para evitar ello y fomentar acuerdos multinacionales, los anteriores portadores de los titanes se comprometieron a ser los embajadores de Paradis, contando con el valioso apoyo de la reina Historia.

Se aspiraba a un cambio de vida, y después de la guerra esto fue posible, empezando por una confesión que dejó a los ex soldados de la Legión completamente sorprendidos.

Luego de regresar a Paradis, y ante la atenta mirada de sus compañeros, Eren abrió su corazón a su amiga y hermana de la infancia, haciendo una clara declaración de sus sentimientos y de lo mucho que lamentaba haberla lastimado en ocasiones anteriores.

El hecho tomó desprevenidos a todos, quienes no esperaban ese lado romántico del que alguna vez intentó exterminar al mundo entero. Pero mayor fue su asombro cuando, luego de que pidiera su mano en matrimonio, Mikasa aceptara sin mayores objeciones.

La noticia se expandió por todo el territorio de la isla, y los preparativos para la boda no se hicieron esperar.

El vestido, las invitaciones y el buffet fueron los aspectos en los que muchos ayudaron, dando sus opiniones y consejos para que el festejo quedara en las memorias para siempre.

Era el tema más comentado entre las personas, y muchos de antemano expresaban sus buenos deseos y felicidad a la pareja.

Pero hubo cierta persona que no compartía en lo más mínimo esos sentimientos, y cada vez que escuchaba los chismes, sentía que estaba en el mismo infierno.

Y para esa persona el fatídico día llegó en un abrir y cerrar de ojos.

No supo cómo llegó allí, pero cuando se dio cuenta ya estaba vestido de traje y a su delante se encontraba la mujer de su vida, sonriente y vestida de blanco, a punto de casarse con Eren.

En el altar, él sostenía sus manos y, luego de que el sacerdote dijera algunas palabras, empezó a deslizar el anillo en el dedo anular de su mano derecha. Ella hizo lo propio después, regalándole una de sus más brillantes sonrisas.

El dolor en el pecho de aquel testigo era insoportable. ¿Cómo fue que Mikasa aceptó casarse con ese tipo? ¿Acaso ya había olvidado las veces que la trató mal y la hirió sin piedad? ¿Olvidó la destrucción masiva que ocasionó? ¿Por qué él estaba ahí presenciando esa escena que poco a poco destrozaba su corazón?

Quería gritar, gritar que no lo hiciera, pero su voz desapareció, multiplicando la desesperación que corría por sus venas.

Asimismo, cuando empezó a correr hacia ellos, con cada paso que daba, más los veía alejarse, volviéndose inalcanzables para sus manos.

—No... Mikasa... —él, que no era de los que mostraban sus emociones con facilidad, percibió cómo sus ojos se cristalizaban, al borde del llanto.

Y, por si fuera poco, la opresión en su pecho lo estaba dejando sin aire, sumergiéndolo en un abismo oscuro que lo arrastraba al fondo.

—Por... favor...

ETERNAL FLAME (RIVAMIKA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora