The Lady in Red

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La noche y su manto de oscuridad cubría cada rincón capitalino entre los enormes edificios y las casas tradicionales. El clima era cálido, con una suave brisa refrescando a las personas que transitaban por las amplias y siempre iluminadas calles de Tokyo.

Acompañado por las estrellas, Levi caminaba sin prisa junto a sus amigos Erwin y Hange entre la agitada vida nocturna de la ciudad. Habían terminado ya su jornada como profesores en la Universidad Estatal y ahora se dirigían a un club privado para distraerse y festejar el ascenso de la castaña a Jefa de Departamento de la Facultad de Química y Ciencias Biológicas.

Particularmente, el azabache no era muy fanático de esos lugares alocados y con música a alto volumen que amedrentaban sin piedad sus oídos. Siempre prefería quedarse en casa o pasear en lugares poco concurridos, pero en este caso aceptó casi a regañadientes la invitación de su amiga, solo porque era una ocasión especial y no quería que le insistiera cientos de veces.

Aunque estuvo a un paso de retractarse cuando le contó algo respecto a la temática de la noche.

—¿Antifaces? —se mostró ligeramente incrédulo.

Hange asintió enérgicamente.

—¿No pudiste haber elegido un día en el que fuéramos como personas normales?

—Oh, vamos. Será más divertido así. Además, ya está hecha la reservación, así que ni se te ocurra decir que no.

Conociéndola como la conocía, no era novedad que saliera con alguna ocurrencia de ese tipo, así que no tuvo más remedio que resignarse y prometer que a la próxima averiguaría bien los detalles antes de aceptar cualquier invitación.

Pasaron algunos minutos cuando finalmente arribaron al lugar. Un hombre en la entrada pidió sus nombres y Hange se los dio. Al comprobar que estaban en la lista, los dejó ingresar, no sin antes asegurarse que cumplieran con la condición de las máscaras.

—Qué fastidio —bufó el pelinegro una vez dentro, a lo que sus amigos solo negaron con la cabeza.

Se dirigieron a una mesa exclusiva para ellos al costado izquierdo y se sentaron. Un mesero tomó sus órdenes y se retiró, volviendo luego de un corto instante con las bebidas en una bandeja y dejándolas al frente de cada uno.

—El cronograma de hoy es muy variado. Muero porque empiece de una vez —habló Hange.

—No entiendo a qué se debe tanta emoción —dijo Levi mientras tomaba un poco de su brandy.

—Solo espera a que lo veas.

Poco tiempo después se anunció el inicio del programa. Con las luces apagadas y solo con algunas velas alumbrando las mesas, los espectadores enfocaron su atención en la pequeña tarima de adelante y en los artistas que allí se iban presentando. Estos, ya sea en solitario o en grupo, interpretaron una serie de géneros musicales, desde jazz, blues, hasta baladas románticas y balada rock.

Si bien los shows fueron entretenidos y multifacéticos, a Levi no le llamaron enteramente la atención. Su mente viajaba por un centenar de pensamientos, unos triviales y otros más importantes, que incluso no reparó en los chillidos de Hange a su lado.

No fue sino hasta unos instantes después que volvió a poner los pies en la tierra cuando se anunció la presentación de una bailarina.

Esta hizo acto de presencia en el centro de la tarima y, poco después, bajo el silencio expectante de los presentes, la música empezó a sonar. Un corto solo de guitarra y percusión dio paso a la canción A mi manera, y con ella la bailarina inició su rutina.

Al igual que todos en el salón, cubría su rostro con un antifaz rojo que hacía juego con su vestido entallado del mismo tono, adornado con volantes en la falda y en las mangas. Su cabello estaba recogido en un moño con vinchas en forma de rosas, complementando su atuendo con pulseras, aretes largos y zapatos de taco alto negros, los mismos que repiqueteaban alegres al son de la melodía.

ETERNAL FLAME (RIVAMIKA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora