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Seungmin sirvió el desayuno en silencio mientras se sentaba en la mesa del comedor. Jeongin tomaba de su mini taza en silencio y con la vista totalmente fija en la madera donde estaba sentado.

Todavía estaban en silencio.

Kim supuso que al pequeño le iba a costar poder soltarse y contarle que era lo que le ocurría, más no quería presionarlo, no por el momento. Jeongin lo miraba de reojo esperando que Seungmin le dijese algo, pero agradecía que este prendiese la televisión y no le preguntara nada. Sería complicado explicarle su situación sin terminar quedando peor.

Al final, la mañana había pasado de lo más aburrida.

Jeongin suspiró por quinta vez en lo que llevaba del día, luego de que Seungmin se despidiera de él horas antes para ir a trabajar. Se sentía solo en un lugar tan grande y vacíos como lo era el departamento de Seungmin. Estaba sentado en medio del sofá con la vista perdida en el techo y un vacío tremendo en el estómago. El hambre también se estaba volviendo un problema.

Entonces se sentó de golpe en el sofá y una sonrisa se formó en su rostro.

Tenía una idea.

☁︎᯽☁︎

Seungmin gruñó revolviéndose el cabello desesperadamente, no podía concentrarse en leer los contratos, por su mente sólo pasaba la imagen del pequeño llorando, siendo sinceros le causaba demasiada ternura. Y lástima, por supuesto.
Él quería ayudarlo, saber que le había ocurrido y serle útil, pero Jeongin parecía mucho más cómodo sin hablarle del tema, y él prefería mantenerse al márgen.

—Joder —maldijo mirando su portátil que estaba en el escritorio.

Había buscado en internet  maneras de hacer que la gente creciera, pero todos eran consejos para niños como tomar leche o comer saludablemente con ciertas frutas y verduras.
Y siendo sinceros, no podía hacer nada si Jeongin no cooperaba.

Dejó los papeles de lado y tomó su celular dispuesto a llamar a su casa, quizás si Jeongin era lo suficientemente rápido le podría contestar y hablarían. Necesitaba cerciorarse de que el pequeño estaba bien y que nada le había pasado.

—No has avanzado en nada —comentó su mejor amigo mientras entraba tranquilamente a su oficina.
Seungmin gruñó asintiendo.

—No me siento muy bien — se justificó, refregándose los ojos.

—Vete Seungmin, es mejor que estés en tu casa y sin servir para nada, a que estés aquí molestando y ensuciando los papeles— aconsejó su mejor amigo con una amable sonrisa, mientras tomaba los contratos.

Seungmin asintió y se levantó tomando su maletín.

Por algo él era su mejor amigo.

—Gracias Hyunjin, te debo una —sonrió antes de salir de su oficina como si lo persiguiera el diablo.

Ése día iba a saber que le había pasado a Jeongin, por las buenas.
O por las malas.

☁︎᯽☁︎

Abrió la la puerta mientras controlaba su rápida respiración, apenas se había tardado aproximadamente 40 minutos para llegar, y con el apuro casi olvidaba su maletín en uno de los asientos del tren.

Seungmin debía admitir que estaba un poquito, pero poquito desesperado.

Sintió al instante el olor a comida entrar por sus fosas nasales y frunció el ceño, extrañado. También no pudo ignorar la música que sonaba por toda la casa, algo parecido a la música que su madre escuchaba, y eso lo extraño aún más.

Dejando su maletín en el sofá, Seungmin entró en la cocina, sorprendiéndose al instante.

Jeongin se había armado un sistema de cocina ideal para su altura con todas las cosas que había encontrado por toda la casa. Ignoró el hecho de que su cepillo de dientes estaba colgando de un hilo del techo y se acercó a Jeongin, quien cantaba a todo pulmón mientras preparaba un tremendo plato de pasta.
Tremendo para su tamaño.

—Uhm.

Seungmin se cruzó de brazos molesto, y Jeongin asustado saltó en su lugar, golpeando un lapiz que activó un mecanismo, apagando la música al instante.

—H- Hola Seungmin...— musitó el pequeño riendo nervioso, y luego hizo una rápida reverencia.

Seungmin suspiró arqueando una ceja y se acercó aún más.

—¿Se puede saber qué le has hecho a mi cocina? —inquirió ocultando con mucho esfuerzo una sonrisa, y tratando de verse enojado.

—E-eh, tenía hambre... Y-y no alcanzaba por que estoy chiquito —se excusó Jeongin mientras jugaba con la tela de su camiseta.

Seungmin sonrió.

—Te cocinaré ¿Está bien? Pero no vuelvas a hacer mi cocina un deastre, a la próxima llámame— le explicó Seungmin, mientras se arremangaba la camiseta de botones blanca y comenzaba a guardar todo lo que veía fuera de lugar.

Jeongin asintió, más sus ojitos estaban concentrados en sus grandes manos y sus brazos que en otra cosa.  Algo que había notado gracias a todas las veces que Seungmin lo sostenía en sus manos, era que las venas de estás resaltban, y que tenía largos dedos. No se podía mentir así mismo, le encantaban las manos de Seungmin.

Se sonrojó tapando su cara con sus manitas y suspiró, no sabía cómo tomarse lo que le pasaba por la cabeza.

Se sentía mal, raro.

Seungmin miró de reojo a Jeongin, notando el cambio de actitud del pequeño. Abrió uno de los cajones de la cocina sacando una caja de galletas y se las puso enfrente de él, con una sonrisa.

—Toma, come alguna en lo que hago la comida ¿Si? —murmuró antes de darle la espalda y seguir ordenando los ingredientes.

Jeongin lo miró sintiendo su corazón latir de felicidad y no pudo evitar sonreír de oreja a oreja mientras luchaba para abrir el paquete de galletas.

Seungmin era su salvador.

Seungmin era su todo.

Seungmin era su todo

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Mɪɴɪ Jᴇᴏɴɢɪɴ ☁︎SeungInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora