Conway es un famoso piloto conocido por todo el país, todos se sienten seguros en sus vuelos por su forma sofisticada de conducir el avión.
Un día un rubio azafato se une a su viaje. Y aunque no quiere admitirlo, cae rendido al momento de mirarle a...
El vuelo había acabado por fin, a Conway le gustaba su trabajo, le encantaba, pero a veces se hacía un poco pesado.
Estaban en la cafetería del aeropuerto tomando algo para recomponer fuerzas. En el avión le daban comida, pero tenía que estar con la presión del viaje, así que realmente no disfrutaba bien la comida.
Respecto a Gustabo, ya no recordaba mucho su rostro, no lo malinterpreten, realmente le había parecido la persona más hermosa del planeta solo con mirarlo a los ojos, pero al estar tan estresado por el vuelo ya apenas lo recordaba.
Y aquello lo frustraba a sobremanera, era muy cabezota, quería recordar su rostro cuanto antes, pero solo veía una cara negra con solo los ojos azules a la vista.
Tomó un sorbo de su café, angustiado. Observó a su alrededor y lo vio, por fin.
Estuvo unos segundos examinando su cara para no olvidarla de nuevo, el sonido de una bandeja lo interrumpió.
-¿Que miras?- preguntó el ruso.
-Nada- volvió a su café.
-Mirabas al rubio aquel ¿No?- hizo una pausa para observar los gestos de su amigo, era inexpresivo, pero lo conocía desde hacía muchos años, estaba seguro de que esa cara era un sí- no te culpo, es bastante mono, pero soy más de la gente como su amigo-
-No me vengas con cosas de amor Volkov, sabes que no me interesa eso- se levantó llevando al ruso detrás.
-No tiene que ser amor hombre, con una noche creo que quedas satisfecho-
-No me gustan esas cosas y lo sabes- bufó.
-Bueno es que a ti no te gusta nada abuelo, que quieres que haga. Solo te doy opciones- replicó.
-Mira da igual, vámonos al hotel- ambos se fueron al lugar dicho. Iban a pasar allí una semana para luego volver a irse.
