El anillo Negro

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    En ese momento, no sintió nada a su alrededor. Su mente estaba completamente en blanco. En su pequeña choza solo había dolor y sufrimiento. Los cadáveres daban la idea de estar vivos, era una sensación demasiado escalofriante y aterradora. El tacto cruel de una mano incide sobre su cabellera rubia, nota como la halan hacia afuera, atraviesa la puerta. Durante un pequeño momento mira al cielo, una estrella fugaz pasa de camino, pero se pierde dentro del firmamento. Su cuerpo se arrodilla, el suelo está lleno de fango, hierbas e insectos, incómodo de verdad. Cinco hojas manchadas de sangre se elevan sobre su cabeza.

    Su madre siempre decía que Dios la esperaría con los brazos abiertos, como era una muchacha muy buena y limpia de pecados, el cielo la esperaría. "Yo asesiné a un hombre", pensó en esa milésima de segundos. Las espadas seguían arriba, sin embargo, no bajaban. Ella levanta la vista y nota como ninguno de sus asesinos la observa, solo contemplan la puerta de su choza y el cadáver de uno de ellos tumbado en el suelo.

    Parado justo bajo el arco de la puerta de la choza, un joven con su brazo derecho vendado y portando un arma con su brazo izquierdo miraba a los cinco salvajes de una manera fría y penetrante. Sin pensarlo ni dos segundos, corrió hacia ellos. Una de las hojas enemigas quiso arrancar su cabeza, pero, el muchacho es muy diestro, inclina su cuerpo hacia abajo y atraviesa el abdomen del sujeto con su espada. Con un brusco giro, corta el cuello del siguiente objetivo y acto seguido divide horizontalmente a los otros dos. Las mitades cayeron juntas, una sobre la otra. El suelo natural se embarró de sangre.

    La mirada de la chica rubia mostraba terror, pánico, pero con una muestra de alivio, de alguna forma logró salvarse de la muerte. Levanta un poco la vista y ve una mano áspera, llena de pequeños cortes y heridas leves, la sostiene y se logra poner en pie. Mira directamente a los ojos de su salvador, son negros como la noche y su cabellera. Como si fuera el hombre que siempre había esperado, lo abrazó muy fuerte y comenzó a llorar. Sus gritos eran la melodía más triste que habían escuchado los oídos del joven.

-¡Tranquilízate! –le gritó mientras ella seguía llorando y gritando –¡Masha, cálmate! –La aparta con ambos brazos

-¿Cómo...quieres...que me calme? –Casi no se le entiende, debido al llanto –Mi pueblo...mis amigos...mi familia...

-Lo sé –Pone ambas manos en sus hombros y la mira fijamente a los ojos –Esas personas no merecían ese destino, pero la vida a veces nos tiene preparadas sorpresas desagradables –Su voz cambió –No tienes idea los monstruos que este mundo puede crear

-Michael, ¿has pasado por algo parecido? –Se seca lo ojos y su voz se hace un poco más clara

-Masha, si te contara mi pasado...me asesinarías con una de estas espadas –Se voltea y comienza a caminar –Vamos, seguro que estos salvajes se irán dentro de poco

    Ambos comienzan a descender la montaña. Masha no para de recordar el momento en el que apuñaló a ese hombre mientras estaba en el suelo. Se llevaba las manos a la cabeza y se lamentaba por lo que había hecho. Una persona murió por culpa de sus manos, y ella sentía que fue la opción más correcta. Su corazón no paraba de latir, estaba totalmente desesperada, asustada, nerviosa. Michael, al ver la expresión de su rostro, la envuelve con su brazo izquierdo. Increíblemente, el corazón de Masha recuperó su ritmo, mientras decía "gracias".

    Las risas malvadas estaban por todas partes. Un grupo de hombres armados con sus hachas y espadas se acercaron a un barco con el emblema de un dragón. Parado de brazos cruzados frente a la nave, un señor corpulento, de caballera blanca y con un parche en su ojo izquierdo ordenó a todos los asesinos reunirse.

-¡Daneses! –Gritó el hombre –Este pueblo nos ha insultado, nos llamó "perros salvajes"

-¡Eso lo hice yo! –Una voz proveniente del suelo se hace notar –¡No tenías que matar al pueblo!

El Reino De KoratDonde viven las historias. Descúbrelo ahora