Capítulo 2.

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5 meses más tarde.

El llanto es peor cuando estás acostado en la cama, con la mano sobre la boca para no hacer ningún ruido.
Las lágrimas corren por mis mejillas cayendo sobre mi almohada, mientras mi corazón se vuelve a romper recordando lo que me hizo llorar.
Y la otra mano sobre mi estómago, debido a tanto dolor.

Entonces cae la noche. Y ese sentimiento de insuficiencia sale a la luz reflejado en el líquido que empieza a emanar de mis ojos.
La imagen de Elijah vuelve a mi cabeza en un tono más agresivo. Los momentos de rotura aparecen más dramatizados. Las voces se amontonan en mi cabeza de manera que me sienta como si tuviese un trastorno.
El aire me falta. Comienzo a espirar e inspirar con velocidad esperando a que todo pase.
Pero no, no pasa, y no tengo a nadie que pueda consolarme.
Solo yo, el silencio y la nítida luz de la Luna que entra por mi ventana.

Otra noche más... en donde el insomnio caprichoso como siempre, no me deja cerrar los ojos. Las heridas que llevo en el alma escuecen más que nunca. El ruido no se va y solo deseo estar en silencio.
Otra noche más en la que me sujeto más fuerte que nunca.

Creo que nunca podré asimilar que la persona que iluminó mi vida y me sacó hacia adelante ya no está por mi culpa. Todo ha sido por mi culpa. Todo lo que toco, lo fastidio.

Todos los días, cuando estoy sola, mi mano tiembla mientras el filo de la navaja se acerca peligrosamente a mi muñeca dejando escapar mis demonios.
"Anda, córtate, olvídate de todo, la cuchilla es tu única amiga" dice la voz en mi cabeza.
Acato la sugerencia.
Y jamás sabré si la voz es la de un demonio, o la de un ángel...
¿Porqué me hago esto? Pienso mientras me quedo dormida. Y así, día tras día...

Nunca había sentido la presión en el pecho de perder a alguien, nunca mis ojos se llenaron de lágrimas hasta nublarme la vista... hasta que lo perdí a él, y mis ojos se volvieron en cristales rotos, mis lágrimas en quemaduras, y las muñecas con cicatrices que me perseguirán haya donde vaya.

Sabía que ya nadie me querría de la manera que lo hacia él, sabía que nunca tendría un amor como el de los libros.
Fui fuerte ante todo pero no puedo más, es demasiado peso para una espalda rota.
Mis ojos están rojos y mis muñecas son lienzos maltratados, ya no hay rosas para arrancar, ya no hay lágrimas por derramar, las había dejado todas en mis sucias mangas, esas mangas que son las únicas que conocen mi dolor.
Dejo que mi cuerpo caiga sobre el helado suelo para que mis latidos dejen de retumbar en mi cabeza y las muñecas dejen de sangrar.

Todos tenemos ángeles y demonios dentro. Pero... ¿cuál de todos abunda más?

                                                                      ***

Por primera vez en dos semanas, salgo de mi cama, que se había vuelto una parte más de mí todo este tiempo.
Tengo la cabeza algo dolida al igual que el pecho de tanto llorar.
Me mareo un poco al levantarme de la cama y casi me caigo desplomada al suelo si no me hubiera llegado a agarrar a la mesita de noche.
Estoy en un estado lamentable, ni siquiera puedo mantenerme en pie sin balancearme de un lado a otro, y tampoco recuerdo la última vez que di un bocado ni la última vez que entré en la ducha.

Con las pocas fuerzas que tengo, salgo de casa y me siento en un escalón de piedra junto a ella. Necesito que me de el aire frío y que el viento se lleve todos mis males.

Los pensamientos me comen por dentro a la vez que el temor se apodera de mi cuerpo.
¿Esto es lo que me espera cada día de mí miserable vida?

Los nervios comienzan a notarse y mi respiración es cada vez más escasa.
Miro al suelo intentando contenerlo cuando encuentro un montón de piedrecitas. Por inercia agarro un par de ellas.
Las mantengo en mi mano, observándolas con detalle.
Dirijo la mirada al frente conteniendo los nervios en las pequeñas rocas que lanzo con fuerza al aire, dejando así escapar mis mierdas en ellas.
Dejando que los nervios y la tristeza pasasen y abriendo paso a la tranquilidad y a una mente en blanco si preocupaciones, adentrándome así en la soledad.

Triste y desamparada soledad. Mucha gente la odia, la repudia. Incluso intenta evitarla. Pero lo que muchos no saben es que la soledad ha sido y siempre será tu mejor compañía.
Porque no importa cuanto la evites.
No importa cuanto la odies.
La soledad siempre estará ahí pase lo que pase, ya que pese a lo que todos piensan, la soledad puede ser tu mejor amiga.

Un ángel caído Donde viven las historias. Descúbrelo ahora