Tras fracasar en su intento por truncar los planes de Dominik, los mundos se hallan plagados de demonios y seres malignos que amenazan con llevar a todas las razas a la extinción. Jessica herida y derrotada confía en que el amor de lo que queda de s...
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Mientras camino por las húmedas calles de la fría Manhattan a altas horas de la noche trato de poner mi mente en orden para lo que nos espera. En medio de una caza cualquier movimiento incierto o mala decisión puede llevarte a la muerte, algo que antes no significaba mucho, pero ahora tengo demasiadas razones para mantenerme con vida. Algunas de ellas me rodean mientras escrutan entre las sombras de la oscura calle en alerta ante cualquier ruido o movimiento extraño.
Debería estar tan pendiente como ellos, estaría bien que tratara de ayudarles en esta incansable lucha contra el mal, pero siempre aflora el temor a que la oscuridad se apodere de nuevo de mis sentidos, en especial después de la tormentosa noche que he pasado. No me atrevo a recordar su nombre, ya me acosa lo suficiente para avivar aún más su fantasma, pues eso es lo que es, un espectro. Sé que a estas alturas está muerto, no hay otra posibilidad y aunque no debería, es un pensamiento que me devora. Fantaseo con como habrá sido, si sufrió, cuáles serian sus últimas palabras. La posibilidad de que fuera él quien evito que me condenasen en Bakal continúa rondándome.
Es tan agónico que inconscientemente me llevo la mano al pecho para tratar de aliviar esa angustia, aunque ojalá fuera tan sencillo olvidarse de ese endemoniado traidor que ni siquiera en la muerte me deja tranquila. Tuve que haberle dicho que no a Ethan, quedarme un día más con el rostro pegado a un libro en la biblioteca no es demasiado excitante, pero es seguro. Sin embargo sus besos, esa cercanía, su temor, nublo mi lógica, así que ahora he de pagar las consecuencias.
—Es genial estar de vuelta —exclama Ricky con júbilo, aunque en un tono bajo, consciente de las criaturas que se esconden por doquier y que huirían al denotar nuestra presencia.
Balanceando su gran hacha, avanza con confianza al lado de Ethan, quien tan solo responde con una escueta sonrisa. A pesar de la distancia que nos separa sé que está tenso y dudo que se deba al peligro de una amenaza inminente, pues es algo a lo que estamos acostumbrados. Quizás sea porque somos destinados y por ende, vaticino que su nerviosismo tiene que ver con mi presencia.
Como siempre, quiere protegerme, puede que incluso de mi misma y creo que considera esta caza como una prueba, la manera de comprobar hasta donde llega ese deseo que siento por mejorar. Es un tanto injusto, si entendiera de verdad lo que me sucede sabría que hay momentos en los que no puedo controlar que salga a relucir lo peor de mí. Sin embargo entiendo que después de todo lo que les he hecho, necesitan algún tipo de muestra tangible de cambio. Por eso estoy aquí y decido esforzarme como nunca antes en esta misión, debemos dejar el listón bien alto.
—¿Qué tal tu aventura en la biblioteca? Nada más llegar a la Torre Ethan desapareció —comenta Erika con un tono falsamente casual, tras asegurarse de que sus hermanos están demasiado lejos para escucharnos.
—Sí, vino a hacerme una visita —respondo incapaz de no sonreír ante el recuerdo. Tras aquel beso siguieron muchos más, suaves, pasionales. El amor de Ethan es diferente a nada que haya experimentado antes. Es dulce, fácil, aunque en ocasiones siento que falta algo, pero lo reduzco a esa destructiva voz interior que siempre trata de sabotearme cualquier momento de felicidad—. ¿Y tú que dices de Elías? —cuestiono con sincera curiosidad.