Capítulo 2: La lluvia

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-Zoro, no encuentro mi osito de peluche- dijo Luffy, adormilado y escurriendo de su ropa.

En ese momento, Zoro y Robin juntaron sus miradas, reprimiendo una risa y recordando que su capitán era sonámbulo.

Les impresionaba mucho la capacidad de Luffy para caminar dormido, sobre todo hacer acciones cotidianas como comer o ubicar a las personas en diversos lugares.

-Luffy, tu no tienes ningún osito de peluche, regresa a tu cama- agregó Zoro.

El chico dio un par de vueltas por la habitación para al final terminar desparramado en el suelo, roncando como si nada hubiera pasado.

-Será mejor que lo regrese a la habitación antes de que empiece a causar problemas alrededor del barco y termine aventándose por la borda- el peliverde se masajeaba la sien al mencionar esto -prometo no tardar, la noche se estaba poniendo interesante- una sonrisa desvergonzada apareció en su rostro.

Robin se sonrojó ligeramente al ver la expresión de Zoro y mientras esperaba se colocó frente a la ventana a ver la lluvia caer.

Pasaron un par de minutos para que el espadachín regresara. La imagen que la arqueóloga presenció al volver Zoro, incitaba totalmente a la lujuria,  frente a ella se encontraba  empapado de sus ropas dedicándole una sonrisa pervertida mientras, de la forma más sensual posible, se despojaba de su playera mojada, al tener el torso descubierto, Robin no pudo evitar  observar sus abdominales de acero adornadas por esa gran cicatriz que lo hacían ver mas rudo, tampoco pudo escapar a sus deseosos ojos un ligero vello que se asomaba por encima del pantalón, en ese momento, aparecieron un par de brazos fleur que subían y bajaban por el torso del vice capitán, tocando con ahínco cada milímetro de la piel de este. El hombre sonrió maliciosamente al sentir las manos de ella acariciándole y dejó que esta pudiera disfrutar solo unos segundos más de su abdomen, cuando sintió que una de las manos se deslizaba lentamente a acariciar su vello, aferró las dos manos fleur de ella con su mano izquierda, comenzó a acercarse a Robin, aún tomando sus manos extras, viéndola directamente a los ojos, relamiéndose sutilmente los labios. Al estar totalmente frente a ella, acarició su cara, bajando la guardia totalmente ante ella, dejándose llevar por sus sentimientos, Robin solo mantenía los ojos cerrados, perdió la concentración de los brazos fleur y desaparecieron. Zoro se aproximó a su cuello para besarlo suavemente, dando ligeros mordiscos por distintas zonas, provocando gemidos de placer en la mujer. Poco a poco la fue llevando hacia atrás hasta acorralarla en la pared, mientras seguía acariciando su cuerpo, besando su cuello, mejillas, hombros y cuando menos lo esperaba ella, el le tomó sus manos para colocarlas encima de su cabeza, sorprendida, sonrió complacida.

- No pensé que serías así, espadachín-san – dijo la arqueóloga.

- ¿Así como?- respondió mientras pasaba su mano libre por la espalda de ella, llevándola hacia la cintura, bajando por sus anchas caderas hasta posarse en sus nalgas.

- ¡Ah! atrevido, seductor- dijo gimiendo, el deseo y excitación que estaba sintiendo eran fascinantes, anhelaba que pronto su mano bajara a su entrepierna para sentir la humedad que le provocaba, pero a la vez quería seguir con esa expectación, prolongar esa maravillosa noche con la que solo había soñado.

- Agradece que hay tormenta esta noche, porque pronto estarás gimiendo de placer – le dijo al oído con la voz más cautivadora que tenía, suave, aterciopelada, Robin soltó un ligero gemido, provocando una sonrisa de satisfacción en el hombre.

Comenzó a subir sus manos a los pechos de ella, sintiéndolos por sobre su ropa, pensando en todas la veces que soñó bajar el cierre de ese chaleco azul que lo volvía loco, disfrutando mientras los senos salían a la luz, mostrándose esplendorosos. Un gemido de placer brotó de los labios de ella, provocando que el miembro del peliverde se hinchara más, sobre todo después de ver sus hermosos pechos. Llevó sus labios a su pezón izquierdo, seccionándolo gentilmente, haciendo círculos con su lengua y mordisqueándolo con dulzura. Los gemidos de satisfacción de Robin se intensificaban poco a poco, exigiendo atención hacia su otro seno, Zoro atendió a los pensamientos de la arqueóloga y comenzó a besar el otro pecho, masajeando el que había dejado anteriormente.

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