Capítulo Uno.

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Empecé a notar un sonido irritante que entraba por mis oídos. Era como si una bandada de al menos cincuenta pájaros estuviesen dando lo mejor de su piar junto a mi ... Espera, ¿pájaros? Espero por el bien de mi ornitofobia que no me haya quedado dormida en el porche de casa, me suele pasar mucho cuando me estreso. Lentamente abro los ojos para encontrarme una luz cegadora y otro sonido aún más irritante si cabe que el anterior, la voz de mi madre gritándome desde la planta baja.

-¡Lauren Ava Foster! ¡¿Quieres hacer el favor de levantarte de una vez?!

Con toda la pesadez del mundo aparto las sábanas a un lado y me siento en la cama. Me dedico a mirar el paisaje por la ventana. Wyoming puede llegar a ser verdaderamente maravilloso en verano. Al estar como abducida, no me doy cuenta de que el despertador aún sigue sonando; claro, la bandada de los cincuenta pájaros. Tengo que cambiar de despertador antes de que me taladre el cerebro una mañana. Lo apago de un manotazo. Tantos golpes que le doy cada mañana y ahí sigue como nuevo, como si lo hubiese comprado ese mismo día. Malditas buenas calidades.

Después de unos quince minutos me decido a bajar. Entro a la cocina y me aborda la misma imagen de cada mañana, mi madre preparando el zumo de naranja y las tostadas, mi padre con su mismo intento de no quemar los huevos revueltos y el beicon y mi hermano mayor, Peter, sentado en la mesa mirando su móvil, parece ser con devoción, a ver si le llega un e-mail de aceptación de su universidad de ensueño, la USD, Universidad de San Diego. Mi hermano y su constante deseo de irse a la costa oeste. Entro y saludo a todos.

-Buenos días.

-Buenos días.- Me responden mi padre y mi hermano.

-Buenos días cariño. ¿Cómo te sientes en tu último día?- Me mira con más excitación de la necesaria, siendo solo el último día de mi segundo año de secundaria. No es como si fuera a entrar ya en la universidad.

-Muy bien, deseando de que acabe este día y por fin pueda disfrutar de las vacaciones. -Le respondo.

Me siento a la mesa al lado de mi hermano y le pregunto si ha tenido noticias de sus solicitudes.

-Solo me ha respondido Harvard, obviamente diciéndome que "muchas gracias por su interés en nuestra universidad pero usted no es lo suficientemente inteligente como para ser un alumno de Harvard"- me dice mi hermano haciendo comillas con una mueca de lo más graciosa.

Al final me tengo que reír, más que por mi hermano es por mi madre que se da la vuelta con el cejo fruncido y va a decir algo cuando mi hermano la interrumpe.

-Mamá, fuiste tú la que me obligaste a solicitar plaza en Harvard. A mi ni siquiera me gusta lo que ofertan.

-Bueno, al menos lo has intentado. Ahora ya tienes más posibilidades para San Diego. - Le dijo mi padre.

Nos tomamos el desayuno en silencio, con algún que otro comentario por parte de mi madre que sigue con su indignación porque a su hijo lo han rechazado en Harvard. Yo permanezco en silencio, dándole vueltas una y otra vez a una misma idea que llevo queriéndoles decir a mis padres desde hace ya bastante tiempo, pero no consigo nunca el valor suficiente como para decirlo. Mi padre se da cuenta de que estoy más callada de lo normal.

- Lauren, pastelito, ¿por qué estás tan callada?

Miro a mi padre con la esperanza de que consiga contarle mi idea, pero simplemente le miro y digo: -No es nada papá, solo estoy cansada. ¡Deseando que llegue la tarde! jajaja.

Mi padre me sonríe y sigue intentando encontrar algo de los huevos revueltos que no esté quemado para comérselo.

Mi hermano me mira con cara de circunstancia, sabedor de lo que tanto me preocupa. Lo miro de vuelta y le sonrío. El desayuno continúa entonces con las repetitivas quejas de mi madre hacia la universidad de Harvard. Cuando me acabo el último sorbo de mi zumo de naranja, me levanto y me dispongo a volver a mi habitación para coger la ropa que me voy a poner. Me meto en el cuarto de baño y acto seguido en la ducha.

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