Capítulo 1

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Miro fijamente el reloj en la pared ignorando por completo la explicación del profesor Morrison sobre ecuaciones diferenciales.

Un minuto.

Treinta segundos.

Diez segundos.

Cinco segundos.

El sonido del timbre se escucha fuerte y claro en el aula, me levanto de mi asiento, tomo mi mochila, mi estuche y salgo apresurada del salón, me quedo parada en medio del pasillo, la gente empieza a salir de sus salones y observo cada rostro.

Noto una melena de rizos castaños saliendo de un aula, empiezo a caminar en esa dirección tratando de no chocar con nadie, cuando llego luego de algunos tropiezos con desconocidos ella está de espaldas, no se ha dado cuenta de que estoy allí, pongo una mano sobre sus ojos y cambio un poco mi voz.

–Adivina quién es.

–Sé que eres tú, Maggie– dice Steph mientras quita mi mano y se da la vuelta para verme, peina un poco su cabello y reacomoda su mochila sobre sus hombros.

Es un poco más baja que yo, su blusa amarilla costrasta a la perfección con su piel bronceada, mi vista se detiene en sus hermosos ojos verdes.

–¿Dónde está Alan?– le pregunto, ellos siempre están juntos y justo cuando lo necesito desaparece.

–En el baño, dijo que lo ésperaramos en el salón.

–Voy a buscarlo, debo hablar de algo con él antes del ensayo,– digo antes de tomar de nuevo mi estuche, que había puesto en el suelo– esperanos en el aula con los demás.

–Por favor no golpees a mi novio de nuevo– me dice cuando comienzo a alejarme, la ulima vez que le dije que necesitaba hablar con el, el regreso con un morado en la espalda, le pegue con mi guitarra por accidente.

–¡No prometo nada!– grito mientras giro en la esquina dirigiéndome a los baños.

Solo hay un baño de hombres en este piso y queda del otro lado del edificio. Apresuro el paso para poder alcanzarlo, cuando llego no veo a nadie afuera, así que me paro frente a la puerta a esperarlo.

No pasó mucho tiempo antes de que saliera, lo tomé del brazo y él me observó extrañado, alcé un poco el rostro para poder mirarlo ya que es más alto.

Me reconoció y relajó el rostro mostrando una sonrisa ladina. -¿Qué pasa, Chocolate?- me llama por ese estúpido apodo desde que un día derramé por accidente mi helado de chocolate sobre mí.

–¿Trajiste lo que te pedí?– le pregunto.

–No, mi primo ya no tenía, pero me dijo que hoy llegará un nuevo cargamento.– su respuesta me decepcionó un poco.

–Está bien.– le digo soltando su brazo, puedo esperar hasta mañana– Vámonos, nos están esperando.

Ambos comenzamos a caminar hacia el aula de música mientras hablábamos de su nuevo gato llamado Chispa, pasábamos frente a la puerta principal y una muchedumbre afuera captó nuestra atención.

–Creo que es una pelea,– me tomó del brazo y me haló hacia allí– hay que ver.

Salimos y me arrastró abriéndose paso a través de la gente y logramos llegar a primera fila, habian dos chicos golpeandose, uno castaño y el otro de cabello rojo. Alan dijo algo que no pude entender debido al ruido de las personas que animaban la pelea.

Me soltó y corrió directo a la pelea, se lanzó para derribar al castaño, lo alejó y le gritó que se fuera, se enderezó y  luego ayudó al pelirrojo a ponerse de pie, ahí lo reconocí, era Eric Williams, un amigo de Alan.

–¡El director!– gritó alguien lo suficientemente fuerte para que se escuchará con todo el ruido que había, miré a Alan y a Eric y ellos ya venían hacia mí.

Tomé un brazo de Eric y lo acomodé sobre mis hombros para ayudarlo a caminar, Alan hizo lo mismo con el otro, tenía la cara y la ropa sucias, le sangraba la nariz, tenía un labio roto y un moretón en la mejilla.

Salimos corriendo y entramos de nuevo a la escuela, todos los que estaban afuera hicieron lo mismo, así que no fue difícil pasar desapercibidos, llegamos a las escaleras y subimos hasta el segundo piso.

–¿Quién era ese?– preguntó Alan una vez que habíamos bajado la velocidad.

–Un idiota que rayó mi auto con su bicicleta– respondió Eric, con una respiración acelerada, se notaba que estaba furioso.

–¿Te duele mucho?– no sé qué más decir, no es como que lo conozca lo suficiente.

–No, estoy bien, el otro quedó peor– y luego se rió como si no le estuviera saliendo sangre de la nariz.

–Mierda, realmente eres un desastre,– bufó Alan– te metes en problemas por cualquier estupidez.

La sonrisa de Eric se hizo más grande- ¿Y eso te sorprende?

Ambos rieron y llegamos al aula de música.

Una canción para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora