Capítulo 4

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George

Mi respiración está agitada, el cuerpo me duele y el sudor corre por mi cara.

Observo a mi equipo correr hacia mi, entre cinco lograron levantarme mientras me gritaban cosas, no logro escucharlos debido al bullicio del público.

Marqué el gol ganador y llegamos a las semifinales. Desvío mi mirada hacia las gradas y todo lo que veo son personas saltando y abrazándose entre ellos, una cabellera rubia corriendo y esquivando a las personas para lograr salir capta mi atención, estoy seguro de que es ella, estaba acompañada de la misma chica de cabello castaño y ondulado del otro día. Hago que los muchachos me bajen rápido y recién pongo un pie en el suelo corro a la salida del campo lo más rápido que puedo buscándola, miro a mi alrededor, le pregunto a las personas si la vieron o si la conocen, pero no está.

Se fue.

Me quedo allí parado esperando a Eric, se supone que debo esperarlo en su auto pero ni siquiera sé en dónde se estacionó.

Las personas salen de forma desordenada y las gradas comienzan a vaciarse, mi teléfono vibra en mi bolsillo y lo saco para ver quien me llama y si vale la pena contestar.

Es Eric, presiono el botón de atender e inmediatamente lo oigo: –¿Dónde coño estás? ¿Te fuiste solo?

–No sé dónde está tu auto– le respondo con obviedad. –Estoy en la entrada de las gradas.

De acuerdo, no te muevas de ahí – y colgó. Pasaron un par de minutos hasta que ví su camioneta negra acercarse, caminé hasta ella, me subí al asiento del copiloto y me abroché el cinturón, la música que sale del radio está muy fuerte, acercó la mano al reproductor y bajo el volumen.

–Oye oye, no toques a mi muñeca– me regaña.

–Aparentemente ves como tus muñecas todo lo que sea del sexo femenino– le digo, haciendo una referencia obvia al hecho de que es un mujeriego.

–Claro que no, en todo caso, yo soy el muñeco de ellas– me mira y guiña un ojo soltando una risita sádica, nunca me ha gustado esa parte de él que salta de chica en chica, eso solía darme igual hasta que trató de coquetear con mi hermana.

–¿Todavía te duele la nariz por la pelea del miércoles?- le pregunté, llevaba un rato mirando su moretón y la curiosidad me ganaba.

–No mucho, pero cuando estornudo te juro que se siente como si Satán me estuviera dando la follada de mi vida– suelta una carcajada que me contagia y me hace reír también. Su sentido del humor siempre ha sido oscuro.

Pasamos un rato en silencio escuchando la música que sonaba en la estación de radio hasta que él preguntó: –¿Cómo vas con tu rubia misteriosa?

Se refería a la chica que chocó conmigo en el pasillo –Todavia no sé quién es, pero volví a verla hoy, estaba en las gradas.

–Suenas como un maldito acosador, ¿Lo sabías?

Sí, claro que lo sabía, pero no me importaba porque es la primera vez que estoy tan interesado en saber sobre una persona, nadie había despertado mi curiosidad en mucho tiempo.

Me río de su comentario y no menciono nada más al respecto, Secrets de One Republic es lo único que se oye en el auto por los siguientes minutos hasta que finalmente llegamos a casa de Eric, él se estaciona en medio del jardín como el idiota que es y ambos salimos de la camioneta.

Él abre la puerta principal y se adentra a su sala, camino detrás de él como un perrito fiel, el sofá blanco de cuero y el enorme televisor pantalla plana me reciben, su casa era lujosa, demasiado. Su madre es decoradora de interiores, su casa es su propio lienzo.

– No hay nadie, ¿Quieres comer algo?– me dice Eric mientras subimos la escaleras al segundo piso para ir a su habitación.

Murmuró un "no" y seguimos subiendo, entramos a su cuarto y lo primero que veo es ropa interior en el piso, no solo se comporta como animal sino que también vive como uno.

–Me bañaré abajo– dije, asintió con la cabeza y me aventó una toalla, tomé una ducha rápida y me vestí con ropa que preparé anteriormente para esto, en cuanto vuelvo a subir él ya se había bañado también, estaba frente al espejo sin camisa acomodando su cabello.

Algo en su espalda llamó mi atención, tenía una venda en un costado, era demasiado grande como para haber sido de su pequeña pelea de hace unos días.

–¿Qué te pasó?– pregunté.

Él me miró a través del espejo sin entender a qué me refería hasta que se dió cuenta de que miraba el lado derecho de su espalda.

–Tuve un pequeño accidente en el baño, no es nada– se apresuró a ponerse la camisa y juntos salimos al patio, nos subimos a su camioneta y él manejó hasta el club donde era el concierto.

Una canción para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora