De repente la puerta se abrió y las chicas de dentro la empujaron hacia fuera, y una de esas perversas le arrancó la toalla dejándola en ropa interior en el pasillo. Cuando la chica malvada me vio abrió bien grandes los ojos. Sorprendida, cerró la puerta. Esto no había sido obra de una sola chica, ¡Habían sido todas! Ella parecía un perrito mojado y abandonado a la intemperie, mientras trataba de cubrirse con sus delgados brazos. Estaba toda mojada, su piel estaba erizada y temblaba del frió. Tiré el cigarro lejos. Enfadado me quité la chaqueta y se la puse para que se cubriera.
—¿Quién te hizo esto? —dije con ferocidad.
—Se defenderme sola —repuso queriendo conservar un poco de dignidad.
—¡Así lo veo! —gruñí escaneándola de arriba abajo, semidesnuda y cubriéndose con mi chaqueta.
Se veía verdaderamente bien en aquella íntima ropa interior color negro. Su piel era tersa, y no había ninguna mancha en todo su cuerpo. En otras circunstancias me habría encantado verla así, pero en esta ocasión me sentía extrañamente furioso como para pensar en algo más —Ven aquí.
La tomé del brazo y la aparté. Utilicé más fuerza de la debida en tocar la puerta, las chicas intimidadas ante mi, muy obvio, enfado entreabrieron la puerta. Yo la pateé con fuerza, afortunadamente no golpeó a ninguna.
Estaba enfadado con esas bestias, pero jamás me perdonaría a mi mismo hacerles daño… físicamente, claro esta.
Pero mis principios no me impedían intimidarlas un poco. Metí conmigo dentro del vestuario a ______.
—¡Quiero que dejéis de molestarla! —dije furioso. ______ se acomodó detrás de mi, como animal asustado —A partir de este momento si me entero de que alguna de vosotras le ha causado algún daño a ______ —la puse delante de mi—¡Se las verá conmigo! —amenacé.
—¿Y qué puedes hacernos tú? —preguntó Felicity desde fondo del vestuario —Que no nos hayas hecho ya —dijo retándome.
—Preocúpate de lo que puedo hablar, Felicity —la amenacé —Si hasta ahora he sido un caballero, es por que os consideraba unas damas que merecían todo mi respeto —nótese la ironía —Ahora me doy cuenta que no son más que bestias —les dije con una nota de burla y decepción —Que
lastima —dije un poco más bajo —Tú —me dirigí a ______
—Vístete, ya se nos hizo tarde —Las chicas abrieron un camino para ella. Cogió su ropa y la sujetó con contrariedad ante ellas —¿Y ahora qué pasa? —solté fastidiado.
—¿Te podrías salir? —preguntó apenas audible.
—¿Y dejarte sola con los jinetes del Apocalipsis? ¡Ni lo sueñes! —aseguré —Además estas criaturas ya me dejaron verte —dije con una sonrisa y le guiñe un ojo —Eso debo de agradecéroslo señoritas, me ahorrastéis ese paso —les dije e hice una reverencia.
Ellas pusieron cara de fastidio. Felicity se levantó enfadada y se fue dando un portazo. _____ se quitó mi chaqueta y me la entregó.
Se puso la blusa blanca del uniforme y la falda. Se coloco la corbatita con
despreocupación y prosiguió con las medias y los zapatos negros.
—Lista —dijo cuando se acerco una vez más a mí.
—Casi —dije y acomodé su corbata correctamente. Ella me frunció el ceño, pero las demás chicas no notaron su incomodidad ante mis gestos y se molestaron más. La envidia debía estarlas carcomiendo. Decidí molestarlas un poco más y besé su mejilla tardándo un poco más de lo que